Por Jose Alberto Alvarez Bravo
Todos los idiomas están regidos por reglas ortográficas. Todos los gobiernos están regidos por leyes orgánicas. Uno y otro tienen como razón de ser la regularización del entendimiento y la convivencia en las sociedades humanas.
Pero hay situaciones en que estas reglas y leyes adoptan su flexibilidad propia, bajo la presión de realidades y necesidades. Este es el caso de la sociedad cubana actual.
Después de medio siglo de gobierno inconsulto, inamovible, esclerosado y decrépito, la semántica y las leyes han sido convertidas en dóciles instrumentos de los intereses creados. Gracias a esto, la dinastía Castro ha logrado establecer una variante única en las reglas ortográficas del idioma español.
En las reglas no escritas de la semántica totalitaria, perpetuidad se escribe con m. Que no es un despropósito queda evidenciado a partir de un simple análisis.
Para lograr la perpetuidad en el poder, que es un fin, se requiere del uso de varios recursos infalibles, que por casualidad o no, comienzan con m:
-Macerar a golpes, a todo el que dude de la probidad de los gobernantes.
-Mafia: incorporar sus métodos.
-Macular la historia republicana, y a sus figuras.
-Magnanimidad ilimitada, a compinches y amigotes, a cambio de apoyo incondicional.
-Malevolencia, para cuestionadores y suspicaces.
-Manipulación, a fin de convencer a los sometidos de lo privilegiada de su situación.
-Muerte, a todo el que pueda oponer resistencia seria.
-Matonismo, para amedrentar a quien ose proferir la más mínima queja.
-Miedo, que debe ser impuesto para sofocar todo intento de rebeldía.
-Miseria, para establecer relaciones de total dependencia.
Para cualquier lección adicional sobre el tema de la perpetuidad, contratar como maestros a los hermanos Castro. El pago es en divisas.
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