9/14/2009

Y así dicen que aquí se respetan los derechos humanos

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Sucesos narrados por el comunicador comunitario Guillermo del Sol

Foto de Guillermo del Sol Santa Clara

Arnaldo Feliciano Fernández de 68 años de edad, residente en calle 3ra. y Circunvalación No.26, Reparto Brisas del Oeste, Santa Clara, Villa Clara; quiere dejar narrado el siguiente suceso, sobre un accidente que tuvo:

“Bueno Guillermo, te voy ha contar, lo que relataron los testigos, ya que yo tuve pérdida de conocimiento y no recuerdo nada. Muchos conocen que soy uno de los pocos cocheros que trabaja de noche y aquel día era domingo, 9 de marzo de 2008, me alquilan para el reparto José Martí, después de dejar los pasajeros en el lugar indicado, voy a salir por la calle que se dirige a la Circunvalación, frente a la escuela de Trabajadores Sociales y me impacta el sidecar marca Ural, que le da un golpe al caballo por el costado izquierdo, parte la barra de tiro del carretón y me saca a mí de él, cayendo al suelo y golpeándome fuertemente en la cabeza. Al parecer este golpe, me provoca la perdida de conocimiento. Los vecinos del edificio más cercano, fueron los primeros en llegar a auxiliarme, presenciaron el impacto desde sus balcones y también vieron a los tres ocupantes del sidecar como se daban a la fuga empujando el motor de forma escurridiza. Esto ocurrió alrededor de las once de la noche. Los testigos querían que esperase que llegase la policía, pero yo me sentía tan mal que pedí me trasladaran al hospital. En el Cuerpo de Guardia del Hospital Provincial no me encontraron lesiones graves. Me condujeron a la 5ta. Unidad de Policía y me tomaron declaración.

“En la mañana comienzo con vómitos y me llevan rápido para el policlínico Martha Abreu, los médicos de este lugar detectan fractura de cráneo. Me ingresan en el Hospital y permanezco del 10 al 15 del propio mes, en que paso a ingreso domiciliario en reposo absoluto. En casa, me comunican que a los 3 días del accidente encontraron los prófugos y que después de yo abandonar el hospital, el conductor de la moto, había ido a verme. En tres ocasiones, posteriormente, me visitó en la casa, trajo algunas cosas y la cuarta vez quería lo acompañara a la 5ta. Unidad, a lo que me negué y no fue más.

¿Pero como voy a acompañar a la Unidad Policial a una persona que me atropella y deja por muerto? Un poco más de un mes después, decidí ir a la Unidad, allí le expresé a un teniente, que tenía interés en conocer como estaba el caso. A lo que este oficial me contesto: “”El caso va bien y el hombre no te ha visitado más porque lo atendieron mal en tu casa, pero casi todos los días viene por aquí a interesarse””. Le pregunto al oficial: ¿Cómo pueden ustedes informar a este sujeto de mí estado, si ustedes no se han presentado en mí casa?

Al cabo de unos días me citan a la Unidad y me atiende quien dijo llamarse Yanet, me entrega un papel y me comunica que nombre un abogado. Llevo el documento al letrado y éste me entrega un papel para que vea nuevamente a Yanet, la que me informa que había concluido la medida que se me impuso. Yo le pregunto ¿Qué medida es esa porque yo no tengo conocimiento? Usted se encontraba –me dice- en prisión domiciliaría. Me chocan un domingo avanzada la noche, me dejan abandonado, tengo graves secuelas para lo que me queda de vida, paso seis meses sin poder laborar, sin ningún tipo de ayuda y ahora aparece que soy el infractor. Sin haber siquiera un juicio”. El caballo recibió un golpe, del cual padece. Al carretón tuve que hacerle nueva la parte delantera y yo he quedado sordo, sin olfato y con una fractura lineal en el cráneo que abarca desde la parte trasera del cerebro, pasa por sobre el oído izquierdo y llega a la sien, más de quince centímetros. Y ahora al cabo de un año, es que me vienen a retirar con doscientos pesos. Después que tanta caña corte y en tantas zafras participé. Sin contar que he puesto voluntariamente mi carretón al servicio de la Revolución, cada vez que ésta ha necesitado mis servicios. Pero al parecer este señor es más revolucionario que yo, claro es un funcionario del gobierno.

Yo ganaba un promedio diario de ochenta a cien pesos, esto alcanzaba para mantener la casa y comprar la comida del caballo. Si este suceso me hubiese ocurrido en cualquier otro país, me habrían pagado todos los daños más el tiempo de incapacidad. Y así dicen que aquí se respetan los derechos humanos. ¡A se me olvidaba! El hombre que me chocó trabaja como cuadro en el Instituto de Recursos Hidráulicos (INRH) no sé su nombre, pero como evento casual, reside, igual que el oficial que me atendió, en San Juan de los Yeras, municipio de Ranchuelo. Saca tus propias conclusiones”

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Santa Clara, Villa Clara, 14 de setiembre de 2009.

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