Raúl Castro – que dice que no fue “elegido” para instaurar el capitalismo, aunque se sabe muy bien que no fue el pueblo de Cuba quien lo eligió, sino una orden militar de su hermano – sigue las huellas de su antecesor. Son las aves de mal agüero que han perseguido a los cubanos, durante decenas de años.
Recuerdo claramente los primeros años del 60, cuando comenzó la desaparición de las mercancías de los anaqueles de las tiendas y mercados. En esos primeros años, se sentaron las bases de las malas noticias: destruyeron todo lo positivo que había en la economía cubana, y comenzaron los planes e inventos de Fidel Castro, que todos, todos sin excepción, han fracasado. Comenzó el proceso de la Cartilla de Racionamiento (ley número 1015 del 12 de marzo de l962), que no era otra cosa que la distribución del hambre y la miseria. Aunque F. Castro dijo que era una medida provisional, aun se mantiene en vigencia después de 48 años.
En 1967, “Año del Viet Nam Heroico”, se desarrolló la llamada “Lucha contra el Burocratismo” que eliminó la contabilidad, a los contadores y a esa carrera en las Universidades. No había control de gastos e ingresos, costos y precios, balances contables o financieros. Ello respondía a las “geniales” ideas del terrorista argentino, muerto en ese mismo año en Bolivia, y de F. Castro. Fue el caos.
El año 68 fue particularmente desastroso. El 13 de marzo de ese año, en uno de sus grandilocuentes discursos, anunció la “Ofensiva Revolucionaria”, con la confiscación y nacionalización de las pequeñas y medianas empresas y, hasta de los timbiriches y carritos de venta ambulantes: fue el tiro de gracia a lo poco que quedaba de propiedad privada en el país y de iniciativa privada.
Después del fracaso de la zafra de los 10 millones en 1970 -que prácticamente paralizó al país - lo que vino de hambre y miseria para los cubanos, fue algo para recordar.
Entre 1960 hasta 1977 el gobierno cubano no tuvo un sistema de dirección de la economía: todo respondía a la improvisación y el voluntarismo de F. Castro, que los convertía en planes y más planes, sin ningún tipo de estudio de factibilidad. Era lo que se le ocurriera, no importaba la terrible situación de la población cubana, y las consecuencias que todo eso traería en el largo plazo para las finanzas del país.
Fueron los años de la gran ofensiva guerrillera en A. Latina, las intervenciones en África y otros eventos internacionales, que capitalizaron la atención del Dictador cubano y lo convirtieron en lo que quería su ampuloso ego: ser una figura mundial. Para él, ni la economía, ni la alimentación, ni la situación financiera del país era algo que le interesara. Su centro era la lucha contra EE.UU.
Y mientras tuviera los subsidios y suministros soviéticos, no había porque preocuparse. Para finales de los años 80 y principios de los 90, la deuda con la URSS alcanzó los 40 mil millones de dólares y otros 10 mil con el resto de los países socialistas, sin contar unos 13 mil millones con el Club de París: el país estaba totalmente endeudado y casi en quiebra, la que vino con la caída de la URSS en 1991.
Entre 1990 y el 2009, lo que ha vivido el pueblo cubano es simplemente indescriptible: se caen las ciudades, se destrozan gran parte de los 4 mil Km. de vías férreas, se destruyen las calles y carreteras, desaparece casi el transporte público, quiebra la agricultura estatal, se produce la debacle de la industria azucarera, se destruyen casi un millón de viviendas y hay un 75% del fondo habitacional que requieren urgentes y profundas reparaciones. Se necesitan más de un millón y medio de viviendas para eliminar la promiscuidad y la violencia en que se vive actualmente. La educación y la salud pública – otrora las joyas de la propaganda castrista – se hacen añicos. Ya comienzan los apagones y la reducción de lo poco que dan racionado.
La deuda ha seguido creciendo. La dictadura no puede recurrir a créditos, porque es totalmente insolvente y mala paga. Hay más de 200 empresas extranjeras en Cuba, que tienen suspendidos los pagos que le adeuda el gobierno, y muchas están pensando en retirarse.
¿Qué puede esperar el pueblo cubano de ese gobierno o del Parlamento o del Pleno del Comité Central del PCC o de un futuro Congreso del partido único? Ellos son los absolutos responsables del laberinto desastroso en que se encuentra nuestro pueblo.
No sólo no tienen credibilidad internacional. Tampoco la tienen del pueblo que, por ignorancia les apoyó en el pasado.
Este es un callejón sin salida. Mientras dirijan el país los que lo han envilecido, no habrá solución a la grave situación por la que atraviesa la sociedad cubana.
Por eso, lo único que el pueblo debe esperar en el futuro, son nuevas anuncios más difíciles y aún peores, de estas aves de mal agüero.
Ninguna medida, ninguna reforma, ninguna solución castrista podrá resolver este horror sin fin.
Las profundas transformaciones que necesita el país, no la harán jamás los actuales gobernantes y, todo lo que ha hecho el dictador sustituto es poner una pequeña curita a la enorme herida de la nación cubana. No tienen ni tendrán voluntad para tumbar el andamiaje de la pobreza y la miseria, la represión y el terror, que los mantiene en el poder a salvo de la justicia, que tarde o temprano llegará a las puertas de las lujosas residencias de la aristocracia castrista.
Tengo fe en que será más temprano que tarde.
Un abrazo.
Representante del PSC
en Canadá.
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