12/17/2009

La dictadura desesperada.

Por Hector Julio Cedeño Negrin

En la mañana del jueves 10 de diciembre de 2009 los esbirros, bien adiestrados, de la llamada Seguridad del Estado cubana, se introdujeron en mi domicilio y durante el tiempo, en que me encontraba ausente de mi casa. Un cuartucho donde mal vivo pero el que se supone que sea de mi propiedad y de mi privacidad.

En malas condiciones, como vivimos la mayoría de los cubanos, a las que nos somete la dictadura castrista, que vive en palacetes y con todas las comodidades imaginables. Como si fueran Reyes vitalicios, por mandato divino.

No estaba allí, porque me encontraba en la residencia del Jefe de la Sección de Intereses de los Estados Unidos de América, quien nos invitó, muy gentilmente, para que presenciáramos a través de la televisión, la entrega del Premio Novel de la Paz al Presidente de los Estados Unidos, el Señor Barack Obama. Oportunidad de la que también nos priva la dictadura de los hermanos Castro.

Al regresar a mi casa alrededor de las doce del día, en busca de una memoria flash en la que guardaba información. Noté la desaparición del adminículo.

Yo la había dejado sobre la cama, antes de partir hacia la residencia antes mencionada. Y por más que busqué y rebusqué no pude hallarla.

Me fui para la Sección de Intereses y me las ingenié para recuperar de otro lugar, parte de la información que pude por fin divulgar, a pesar de la desaparición de la memoria flash, o de dos memorias, porque tampoco pude encontrar otra para emergencias que también guardaba, pero que no estaba en su lugar habitual.

Salí de la casa, pasada la una de la tarde, atrasado, pero pude llegar a tiempo e ingresar al turno que tenía reservado para acceder al servicio de la Internet, a las dos de la tarde.

Al salir de la casa había dejado todo regado y revuelto, en la búsqueda, pero al regresar alrededor de las diez de la noche, sobre mi cama muy bien recogida y despejada estaba resplandeciente la memoria flash, en el mismo lugar donde la había dejado en la mañana al marchar a la residencia del Embajador y donde debiera haberla encontrado al medio día.

La otra, flash memory, estaba sobre el tocador, el lugar en el que habitúo colocarla.

O sea que entraron dos veces a mi casa, los segurosos ó los de la Contra-Inteligencia, en fin los que hicieron el trabajito sucio. Una en la mañana para extraer las memorias y otra en la tarde para devolverlas. Nadie, entre mis vecinos, dice haberlos visto ni sentido la puerta, que debo tirar con fuerza para cerrar y abrir.

La puerta es de hierro y cristal y no hay posibilidades de entrar por otro lugar. Ya se sabe que con los recursos que ellos tienen, puede abrirse una cerradura e incluso una caja fuerte, y la dictadura lo tiene todo en Cuba.

Pero el mensaje que pretenden formularme es de intimidación. Podemos entrar cuando queramos, verlo todo, y sembrar si lo deseamos, alguna supuesta evidencia, hasta drogas y echarte treinta o más años. Podemos colocar cualquier documento en la computadora y achacártelo a ti.

Pero incluso podemos hasta envenenarte o dejar cualquier sustancia tóxica sin que se encuentren pruebas ni nadie lo sepa ni se investigue siquiera. En fin, lo podemos todo.


Esto es muy fácil de hacer, pues a los cinco espías de los Castro, el FBI, les copiaba, hasta los discos duros de sus computadoras y ni siquiera lo detectaban, los “genios tontos” del espionaje cubano.

Pero mi caso es muy diferente, yo no soy un espía, ni trabajo para nadie, mucho menos para los Estados Unidos al que le estoy muy agradecido por todo lo que nos ayudan para recuperar nuestra libertad y nuestra democracia.

En Cuba los espías, llevan el apellido Castro Ruz y son los bastardos de Ángel Castro y Alina Ruz. Son los hijos extramatrimoniales, de don Ángel Castro ó sea, producto de la infidelidad conyugal. Ya que el estaba casado con otra mujer y tenía dos hijos con ella.

Trabajaron para la NKVD de Iósiv Stalin y Lavrenti P. Beria, porque en el año 1953 ya leían de comunismo, tenían libros de Lenin y trataban de introducir, el sistema comunista en Cuba, mucho antes de atacar el Cuartel Moncada.

Y en el año 1962 trabajaban para el KGB de Nikita Jruschov porque prestaron la isla de Cuba, para instalar, los cohetes atómicos Rusos, vendiendo la patria a los extranjeros y poniendo en peligro de destrucción y muerte a los habitantes de su propio país.

Hace poco la hermana menor de los Castro, la Señora Juana Castro Ruz, “confeso”, ser agente de la CIA de los Estados Unidos, algo bastante insólito. Da a entender que la CIA, dirigía la lucha contra la dictadura de los hermanos Castro.

Algo tremendamente falso, pues para luchar por la restauración de la democracia en Cuba, no hacía falta ser agente de la CIA (valga la redundancia), sino, ser un demócrata. La agencia norteamericana nunca dirigió esa lucha, la dirigieron los patriotas cubanos muchos de los cuales fueron asesinados y encarcelados.


Pero sobre todo lo que ha demostrado la dictadura en estos días, es su desesperación y su miedo tremendo, su cobardía y su bajeza. Golpeó a Yoanis Sánchez y a otros muchos opositores, golpeó a las “Damas de Blanco” con sus hordas de esbirros incitados, que trata de hacer pasar como pueblo enardecido, pero que son turbas organizadas, dirigidas y pagadas por ellos.

Y siguen golpeando y amenazando, incluso utilizando agujas impregnadas no se sabe en que, como los fascistas de la STASI, de la Alemania comunista.

Están entrenando a sus tropas antimotines y sus brigadas de porristas, de respuestas rápidas, muy parecida a la porra del machadato. Pero el dos mil diez será el año final de la dictadura, este año caerán los Castros, sus congéneres, sus esbirros y sus brigadistas de la porra castrista.

Usarán la violencia y también asesinarán, de eso estoy seguro, pero serán derrocados es muy difícil que pasen de este año que viene, ellos lo saben.

Pero debemos advertirles a estos pequeños y grandes esbirros de la Seguridad del Estado, de la Contra Inteligencia y de todos los cuerpos de secuaces, que si provocan muertes, las tendrán que pagar, a precio de oro.

Recuerden que, los Castros sus familiares y allegados tienen su plan de escape y evacuación y los lugares donde piensan esconderse de la justicia, del pueblo cubano.

Ya muchos de sus familiares, no están ni en Cuba. Pero ustedes pequeños sicarios y chivatientes no podrán escapar, porque no son de la familia Castro ni la de sus allegados y aquí se quedarán. No tienen aviones ni lanchas ni dinero como esos magnates de la dictadura, para la escapatoria y no tienen adonde espantarse.

No sean tontos, no sirvan como carne de cañón de los tiranos. Ellos no tienen, ni como decía Batista, la bala en el directo y escaparán directamente como los cobardes que son.

Y no digan más que las calles son de Fidel, que Fidel Castro en cincuenta años, ni se atrevió a caminar por las calles de Cuba, no es Silvio Berlusconi ni nunca se atrevió a tanto. Las calles son nuestras, de los que no tememos a la dictadura. Yo las camino todos los días con mi portafolio que dice, CAMBIO, son mías también.

Aquí estaremos día a día no podrán intimidarnos, no nos amedrentaran. La dictadura tiene solo cuatro opciones, Chantajear, Intimidar, Encarcelar y Asesinar. Solo le va quedando la última, las otras tres, ya están tan desgastadas que son, completamente ineficaces e inútiles.

Tal vez caigamos muchos pero el triunfo llegará, está tan cerca que lo puedo tocar.

Me enorgullece que los esbirros me tengan en un lugar preferencial, especial y sobresaliente, eso me demuestra que lo que concibo, elaboro y realizó, es efectivo y les hace morder el polvo día tras día.

Desde pequeño, siempre me gusto tirar piedras, era un verdadero peligro con una piedra en la mano. Mi puntería era exacta y las andanadas, de artillería cronométrica.

De adulto siempre añore aquella afición de lanzar pedradas a diestra y siniestra y por ello sustituí las piedras físicas por pedradas morales, que aunque inmateriales son capaces de romper techados.

Los de la dictadura son de vidrio y me encanta destrozarlos. Les tiro directamente al corazón del tejado, por eso me lanzaron sus perros. Pero continuaré con mi labor de rompe tejas, aunque me muerdan los perros.

En fin, de algo hay que morir, aunque sea de las mordidas envenenadas de sus mastines rabiosos.

Según me han dicho varios Babalawos, soy de vida corta y con lo que se avecina tal vez me quede poco, así que prolongaré mi labor, todo lo más que pueda. Si no llego al final, no vale la pena ponerle mi nombre ni siquiera a una calle.

Solo me gustaría que me recordaran, como el más formidable tira piedras, contra la dictadura castrista. Eso me hará sonreír en el más allá. Muchas gracias.

Nota. Esto no es un testamento político, es solo una simple pedrada, como las habituales. Se que también soy duro de pelar, simplemente espero por las balas.

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