El moribundo señor, en cama sabe Dios en qué lugar, no se cansa de intentar de hablar en nombre del pueblo cubano, de pensar por los cubanos, de guiar y manipular a su antojo al pueblo sin darle tan siquiera la oportunidad de decidir su camino.
Al parecer después que puso en las manos de su hermano el destino de una isla devastada, llena de tristeza, pobreza e incertidumbres, no se aparta del poder. Creo que este dirigente probó el elixir del poder y se ha vuelto un vicioso que no deja que el nuevo presidente tome decisiones propias. Solo falta que alguien trate de mejorar la vida de los cubanos para que salten las reflexiones, mediante las cuales ordena y trata de ofender.
El agonizante sujeto, que cree merecerlo todo sin dar nada a cambio, quiere llevar su odio hacia el Gobierno norteamericano hasta las últimas consecuencias. No acepta una apertura económica, no quiere diálogos aunque quiere aparentar ser el bueno y lo pide en público.
Este fantoche, que con palabras hermosa lleva engañando al mundo por más de cincuenta años de ser el gobernante más bondadoso, caritativo y bueno, es solo un tirano más; el más malévolo y temible que existiese, pues con sus alas angelicales y sus dulce engañosas palabras te atrapa y te utiliza mientras le sirvas, cierra sus ojos igual al gato para no ver de quien come, y luego te destruye con falsas acusaciones.
Si lo quieres de enemigo solo con decirle las palabras mágicas: “democracia, derechos humanos, presos políticos”, ¡ya tienes! ¿Por qué tanto temor?, el que nada esconde, nada teme, ¿Por qué no habré sus puertas a la democracia si tan seguro está de su pueblo? ¿ Por qué no elimina las restricciones para poder viajar libremente dentro y fuera del país? ¿Por qué no reconoce a la oposición cubana y abre sus puertas al pluripartidismo? Y si sigo cuantos porqués más, sería una lista interminable.
Fidel, ya tu hora pasó, deja de oprimir a los cubanos, confiésate y descansa en paz.
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