El matarife. 81x100. 1951
R. Zabaleta Col. particular
LA HABANA (AFP) — Armado de su guitarra y de sus letras de humor corrosivo, Ray Fernández canta en los bares y cafés de La Habana la vida diaria, pura y dura, de esta isla de revolucionarios, donde "hay que luchar para ganarse el pan".
En un café bohemio de La Habana, este hombre bajito, de 37 años, toca con desenfado para un público de fieles seguidores, la mayoría jóvenes que bailan y corean sus canciones, algunas muy duras contra el sistema cubano.
En un país donde la información es controlada por las autoridades, Ray dice "cantar lo que todo el mundo piensa, pero no dice".
Una de sus canciones, "Matarife" (el carnicero), relata la discusión entre un trabajador social y un cubano que purgó diez años en prisión por haber matado una vaca para comer.
"Pensé en autocensurarme, pero es un error. La libertad es mi sello, por eso la gente viene a escucharme. Con humor fino, uno puede decir muchas cosas", afirma.
Ray Fernández forma parte de una nueva generación de trovadores, esos cantantes que son a la vez poetas y músicos, quienes, como Silvio Rodríguez o Pablo Milanés, cantaron a la revolución de Fidel Castro pero también los defectos de la sociedad cubana. No sin a veces generar tiranteces con las autoridades.
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