8/20/2008

Síndrome de la amnesia histórica

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Por : Miriam Celaya González

SinEVAsión



Siempre me han gustado los libros y documentos viejos. Las cosas antiguas me despiertan una curiosidad incontrolable, aunque justificada: por ejemplo, nunca me ha defraudado la revisión de algunos de los muchos periódicos y revistas que circulaban en Cuba antes de la revolución -y aún a principios de este controvertido proceso-, que muestran fragmentos de la historia deliberadamente borrados en la versión revolucionaria con la que nos han adoctrinado por décadas.

Es así que, examinando algunas ediciones de Bohemia (la buena, la vieja, diría tal vez algún poeta), heredadas de la biblioteca paterna, encontré recientemente una entrevista realizada en el propio año 1959, por el periodista Tony Delahoza al ingeniero Manuel Ray -entonces Ministro de Obras Públicas del tempranamente defenestrado presidente Urrutia-, donde se aseguraba que uno de los planes inmediatos de ese Ministerio era la terminación de aquellos trabajos que se encontraban ya en ejecución, entre los que se contaba el acueducto de Santiago de Cuba destinado a garantizar el abasto de agua a dicha ciudad.

Es posible que el vicio de “olvidar” el pasado no solo afecte a la mayoría del pueblo cubano, sino también a sus gobernantes. Porque, de saber esto, quizás el presidente no hubiese anunciado en el aniversario 55 del asalto al Cuartel Moncada, como un logro de la revolución, como un programa novedoso o como botón de muestra de la preocupación del gobierno por el pueblo, el próximo abastecimiento de agua potable a la mencionada ciudad,. En lo personal, por demás, me cuesta trabajo conjeturar lo que hubiesen pensado los caídos en aquel asalto de saber que estaban ofrendando su vida para que al cabo de más de medio siglo el preciado líquido estuviera al acceso de los heroicos santiagueros. Por cierto, como dato adicional, es bueno recordar que el único santiaguero de la gesta fue Renato Guitart.

Más que una “Ciudad Héroe” (¿no es este adjetivo, además, un error de género?), Santiago de Cuba debería ser proclamada “Ciudad Mártir”, no solo por lo que sufrió en el pasado, como escenario y víctima de la violencia que constituyó el propio asalto a su principal cuartel militar y posteriormente la lucha clandestina, con su cuota de luto para numerosas familias cubanas; sino por haber esperado por cinco largas décadas de escasez de agua (es decir, también de agua) a que finalmente se cumpla por el actual gobierno la promesa que le hiciera el mendaz, sangriento y sinvergüenza presidente Fulgencio Batista.


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