5/20/2008

Declaraciones de John McCain el Dia de la Independencia Cubana

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May 20, 2008
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John McCain 2008


ARLINGTON, VA -- El senador de Estados Unidos John McCain pronunciará el siguiente discurso en Miami, Florida, hoy a las 11:00 a.m. EDT:

Hoy, en el Día de la Independencia de Cuba, tenemos la ocasión de celebrar el rico patrimonio cultural y arraigadas tradiciones del pueblo cubano. Los cubano-americanos, muchos de quienes han ascendido a altos niveles en empresas, el gobierno y las artes, han enriquecido y le han dado vigor a nuestro país. En todos los campos y estados a lo largo y ancho de Estados Unidos, aportan a nuestras comunidades sus costumbres de trabajo arduo e iniciativa propia. Y en el caso de muchos de estos patriotas, a pesar de que viven y trabajan aquí en Estados Unidos, siempre perdurará un poquito de Cuba en su corazón.

Ése debe ser el caso para todos los estadounidenses que consideran invalorables las libertades que tan a menudo damos por descontadas en nuestro país. Es que hoy no sólo es motivo de celebración. Aquellos inspirados defensores de la libertad que lograron la independencia de Cuba hace más de 100 años difícilmente se hubieran imaginado que sus descendientes estarían luchando por la libertad y democracia un siglo más tarde. Sin embargo, hoy, el pueblo cubano sigue viviendo bajo la tiranía y la lucha continúa.

No es una lucha infructuosa, ni mucho menos. Algún día, Estados Unidos volverá a tener relaciones amistosas con un gobierno cubano que represente la voluntad soberana de su pueblo, que respete sus derechos humanos y políticos fundamentales. Algún día, Cuba será un importante aliado en la promoción de la democracia en todo nuestro hemisferio. Que no quepa duda alguna: Cuba está destinada a ser libre.

Hoy, como muchos de ustedes bien saben, la situación es muy diferente. Fidel Castro le ha entregado las credenciales de mando a su hermano de una manera más apropiada para un estado feudal propio que para un gobierno que afirma representar a ese pueblo orgulloso y dinámico. Unos cuantos artículos de prensa recientes han calificado de "reformas" una serie de mínimos cambios que han tenido lugar desde que Raúl Castro asumió el poder formalmente. Tal caracterización debe sonarles bastante cínica a los presos políticos que llenan las cárceles cubanas, a los millones de personas que sufren pobreza y represión, y a todas las personas que desean elegir a sus líderes, no sufrir a manos de ellos. El régimen de Castro limita estrictamente la libertad de palabra, de asociación, de reunión, de tránsito, de expresión. El año pasado, unos 5,000 ciudadanos cumplieron condenas por el vago delito de "peligrosidad."

Sin embargo, la tiranía no perdurará para siempre, y como Presidente, no esperaré pasivamente el día que el pueblo cubano goce de las bendiciones de la libertad y democracia. Es de nuestro interés nacional apoyar sus aspiraciones y oponernos a las del régimen de Castro, que protege a los fugitivos de la justicia estadounidense, expresa implacable hostilidad hacia Estados Unidos y derriba aviones de civiles desarmados. Ojalá los demás candidatos a la presidencia opinasen lo mismo. Hace apenas unos cuantos años, el senador Obama tenía una perspectiva muy clara sobre Cuba. Cuando se le preguntó en un cuestionario sobre su política hacia Cuba, respondió: "Considero que la normalización de relaciones con Cuba ayudaría al oprimido y empobrecido pueblo cubano y a la vez prepararía el camino para un gobierno más democrático una vez que Castro inevitablemente deje la escena". Ahora, el senador Obama ha cambiado de posición y dice que sólo favorece moderar el embargo, no levantarlo. También quiere participar incondicionalmente en una reunión presidencial con Raúl Castro. Esos pasos podrían enviar la peor señal posible a los dictadores de Cuba: no hay necesidad de realizar reformas fundamentales; simplemente siéntense a esperar un cambio unilateral en la política de Estados Unidos. Considero que debemos darle esperanza al pueblo cubano, no al régimen de Castro. Mi gobierno presionará al régimen cubano para que ponga en libertad a todos los presos políticos incondicionalmente, legalice todos los partidos políticos, sindicatos y prensa libre, y programe elecciones supervisadas internacionalmente. El embargo debe permanecer en vigor hasta que se cumplan estos elementos básicos de una sociedad democrática.

Sin embargo, mantener el embargo es apenas un elemento de una estrategia más amplia de mi gobierno con respecto al pueblo cubano. Proporcionaré más ayuda material y moral a los bravos activistas de derechos humanos que desafían al régimen valientemente todos los días, y ampliar Radio y TV

Martí, y otros medios para comunicarnos directamente con el pueblo cubano. Mi Departamento de Justicia llevará a juicio enérgicamente a los funcionarios cubanos implicados en el asesinato de estadounidenses, el narcotráfico y otros crímenes. Aunque nuestra política hacia Cuba no siempre esté en concordancia con la de nuestros socios en el hemisferio y Europa, mi gobierno iniciará un diálogo activo con ellos para formular un plan para Cuba después de Castro, un plan que propiciará cambios rápidos y un nuevo despertar en ese país. El pueblo cubano ha esperado demasiado.

Al trabajar con nuestros socios en el hemisferio, debemos ser claros sobre el tipo de liderazgo que Estados Unidos pretende proporcionar. Durante muchas décadas, durante gobiernos tanto republicanos como demócratas, Estados Unidos ha tratado a América Latina como un socio de menor categoría y no como un vecino, como un hermano menor y no de igual a igual. Como residente de un estado colindante con México, estoy muy consciente de las extraordinarias contribuciones que nuestros vecinos hacen a Estados Unidos, desde el comercio hasta la cultura, el compromiso con la democracia y los derechos humanos. En la actualidad, América Latina es cada vez más vital para la prosperidad de Estados Unidos, y los americanos del norte y del sur comparten una geografía común y un destino común. Es hora de acoger este destino para beneficio de todos nuestros pueblos.

Nos hemos acercado a esta visión al aumentar los beneficios del libre comercio, por medio del NAFTA, el Tratado de Libre Comercio con Centroamérica y nuestros tratados de libre comercio con Perú y Chile. Pero el progreso se ha estancado; nuestro compromiso de hace mucho tiempo con la prosperidad hemisférica, respaldado por ambos partidos, se está desintegrando. Lo vemos más claramente en la oposición por parte de Barack Obama y Hillary Clinton al tratado de libre comercio con Colombia. El hecho que el Congreso no haya considerado y aprobado este acuerdo es un recordatorio de por qué 80 por ciento de los estadounidenses piensan que vamos por mal camino. El Congreso puede encontrar tiempo para aprobar un proyecto de ley agrícola lleno de asignaciones para intereses especiales, pero no puede animarse a apoyar a un aliado clave y promover la prosperidad estadounidense.

El TLC con Colombia beneficiaría a los trabajadores y consumidores estadounidenses. La Dirección de Comercio Internacional de Estados Unidos (U.S. International Trade Administration) calcula que se han impuesto más de $1,000 millones en aranceles a exportaciones estadounidenses a Colombia desde que se suscribió el TLC, aranceles que serán eliminados una vez que el acuerdo entre en vigor. Aquí en Florida, el comercio ha creado mercados nuevos para los productos agrícolas, bienes industriales y servicios profesionales que produce este estado. Las exportaciones de Florida a Canadá y México aumentaron aproximadamente 208 por ciento desde que se promulgó el NAFTA, y sus exportaciones a Chile aumentaron 99 por ciento en los primeros cuatro años de su tratado de libre comercio. Colombia es el quinto mercado de exportación de Florida –Florida le exportó productos con un valor de $2,100 millones el año pasado– y ahora los colombianos están ofreciendo derrumbar sus barreras a los productos estadounidenses. Sin embargo, los senadores Obama y Clinton se oponen al acuerdo y desean esconderse detrás de muros proteccionistas y socavar a un aliado clave en el hemisferio.

Las consecuencias estratégicas de rechazar este acuerdo son profundas. Colombia es un faro de esperanza en una región donde los hermanos Castro, Hugo Chávez y otros procuran impedir el progreso económico y la democracia. Un retraso en la aprobación del Tratado de Libre Comercio con Colombia no creará un solo empleo estadounidense ni creará una sola empresa estadounidense, sino que nos apartará de nuestros socios colombianos en un momento en que luchan contra los terroristas de las FARC y sus aliados, los carteles del narcotráfico. Menoscabará la reputación de Estados Unidos ante nuestros aliados en una región crucial y en todo el mundo en un momento en que reconstruir estas relaciones es más importante que nunca. Perjudicará el objetivo de profundizar las relaciones con nuestros vecinos del sur y aumentar la estabilidad, paz y prosperidad de nuestro hemisferio.

De ser elegido presidente, Estados Unidos no se doblegará a los intereses especiales que buscan bloquear el progreso. En cambio, forjaremos una nueva política hacia América Latina y la Cuenca del Caribe, que se base en la paz y seguridad, prosperidad compartida, democracia y libertad, y respeto mutuo. Trabajaremos para evitar que Venezuela y Bolivia sigan el mismo camino hacia el fracaso por el que Castro ha llevado a Cuba, y ampliaremos y reforzaremos nuestros vínculos con países clave como Brasil, Perú y Chile. Les dejaremos en claro a todos los demás países en la región que si comparten nuestros valores de libertad y apertura, pueden contar con nuestra amistad. No abandonaremos a nuestros socios a manos de demagogos, barones de la droga ni la desesperanza, sino que aumentaremos los beneficios de la seguridad, el comercio y la prosperidad para todos.

Mi visión representa los intereses y los valores de Estados Unidos, y procura mejoras para todos, en todo nuestro hemisferio. Y es una visión que incluye al pueblo de Cuba.

Hombres valientes siguieron el llamado de lograr la independencia de Cuba el siglo pasado. Y aquellos valientes hombres y mujeres que defienden sus derechos hoy en día pronto lograrán la libertad de Cuba. Cuando lo hagan, gozarán no sólo de los frutos de su propia liberación, sino también de la firme y pronta amistad de todos los estadounidenses que han permanecido de su lado durante años de lucha.

En este Día de la Independencia de Cuba, dediquemos un momento a orar para que los cubanos en todas partes puedan gozar pronto de la libertad por la cual lucharon sus antepasados.

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