En un país donde la mentira es el fundamento de una aborrecible dictadura, esos sitios jóvenes constituyen una esperanza radiante, para los que hemos luchado contra toda esa infamia.
Ya, el enajenado energúmeno con ínfulas de Mesías, no constituye un referente para la juventud cubana. La injustificada barbarie de Fidel Castro contra el pueblo de Cuba, tendrá su debida respuesta en el futuro cercano.
La juventud toma cada vez más conciencia, de la condición de pobreza y humillación en que el sátrapa ha arrojado a nuestra sociedad. Y se revelan. Se revelan contra la indiferencia de ese gobierno, ante la catástrofe de nuestro país, donde la inmoralidad, el pillaje, la prostitución y la desverguenza, han tomado carta de naturaleza.
Y cuando la juventud se alista, todo será posible.
Este bloqueo del pensamiento joven, desmiente a la hija del dictador sustituto, Mariela Castro Espín, cuando en una entrevista publicada ayer por el Corriere della Sera, declaró que ‘‘nosotros los cubanos somos muy críticos con Cuba, no es verdad que no exista libertad de expresión, ahora sobre todo, la gente piensa que su opinión debe ser escuchada y habla''.
Para creer a esta nueva portavoz del castrofascismo, bastaría que su padre ponga en libertad a los 25 periodistas independientes presos y, a los mas de 200 disidentes en las inhumanas mazmorras de la dictadura. Bastaría que dejaran en paz, a esos jóvenes bloggers, que no son terroristas ni mercenarios, sino viva y valiente expresión, de una nueva generación, con otros planes para su propio futuro
La pantomima de las asambleas para que la población se exprese, no deja de ser una macabra maniobra de la actual mafia en el poder, de una dinosáurica mafia, que no está dispuesta a ningún cambio en la cúpula de la impunidad.
Esa dinosáurica dictadura policiáco-militar, tiene como objetivo ganar tiempo, cediendo ciertas prebendas materiales – ventas de DVD, microndas, computadoras, entrada a hoteles, abolición del permiso de salida, venta de celulares, etc – y dejar intacto el ominoso poder que nos humilla y aplasta.
Están jugando con fuego. El tiempo del miedo y la sumisión servil se está agotando. El tiempo de las mentiras como verdades absolutas, bajo la ferrea mano de la impunidad, está llegando a su fin. Ya nadie creé en Cuba en ese cíclope de la imfamia, que se llama Fidel Castro. Y nadie creerá en su hermano, cómplice de todos sus crímenes y de todas sus aventuras, que han asolado a la sociedad de nuestra querida isla.
No sólo son los jovenes de Potro Salvaje o Yoani Sánchez. Son también los jóvenes rokers, los del reguetón, los del hip hop, los estudiantes informáticos, los jóvenes de las Universidades. Hay algo grande, un movimiento telúrico, que está saliendo a la superficie. Cuando explote, no habrá nada ni nadie que los detenga.
La disidencia y la oposición pacífica, han tendido la mano, han puesto la otra mejilla, para lograr una transición pacífica hacia una nueva república, independiente, democrática, solidaria y de bienestar para todos. Ahora, la juventud está enarbolando esas mismas banderas. Es el momento de la más profunda reflexión – no las “reflexiones” paleolíticas del dinosaurio en jefe – sobre el futuro de nuestro país.
Es el momento de la unión del pueblo cubano de la isla y el destierro, para buscar en común, los caminos del progreso, la reconciliación y la reconstrucción de nuestro sufrido país. Por encima de todo está Cuba, la nación que heredamos de nuestros abuelos mambises, la nación bella y heróica, la isla más bella del planeta.
Por ella es nuestra lucha, la lucha de viejos y jóvenes, que no descansarán hasta que sus sueños sean realidad. No habrá terror ni represión capáz de ponerle bridas a ese potro salvaje. Nuestro es el futuro y, esa geróntocracia en el poder, tendrá que hacer mutis por el foro.
Si el gobierno no toma nota de la necesidad de cambios radicales dentro de una transición pacífica, habrá un baño de sangre en nuestro país. Y ellos serán los responsables y tendrán que responder a la justicia y al futuro.
Un abrazo.
Asdrúbal Caner Camejo
Representante del PSC en Canadá.
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