30/01/2008 | Jose Daniel Ferrer Garcia
Desde la Prisión Provincial de Guantánamo, José Daniel Ferrer García, condenado a 25 años de prisión
Desde el 21 al 25 de enero del 1998 los católicos cubanos y el pueblo en general vivimos momentos inolvidables. Nos visitaba su Santidad Juan Pablo II, un hombre extraordinario que estuvo verdaderamente siempre comprometido con la defensa de los derechos humanos, la paz y la justicia. Sus discursos y homilías durante aquellas intensas jornadas resultaron concretamente novedosos para un pueblo cansado de la retórica de un totalitario. Fueron mensajes llenos de esperanza y amor. Fueron sabias y liberadoras palabras las que quedaron clavadas en las mentes y en los corazones de muchos cubanos. Recuerdo haber leído que en visita a su tierra natal, cuando ésta estaba bajo el yugo comunista, preguntó a los polacos: “¿En favor de qué están, del contento conformista con la coerción totalitaria o del derecho inviolable en el orden de cosas establecido por Dios y el hombre, para que los seres humanos vivan en la libertad y la dignidad?” Sus compatriotas estaban a favor de lo segundo, y unos años después lo dejaron bien claro en elecciones libres.
A los cubanos también nos habló de la necesidad de defender los derechos humanos, la democracia, el pluralismo, la justicia social. A todos nos tuvo presente y nos invitó a construir una sociedad nueva, libre, solidaria, fraterna. Nos habló sobre el protagonismo que debíamos asumir en todos los sectores de la vida social, con amor y responsabilidad; sobe el valor de la virtud, la importancia de la familia y su misión educativa. Exhortó a los jóvenes a ser fuertes por dentro, audaces, a buscar la felicidad desde el sacrificio, desde el compromiso con la verdad y la justicia. Se despidió confiado en que sabríamos construir con ilusión, fe y con el vigor de la esperanza y la generosidad del amor fraterno, un futuro mejor para todos.
Diez años han transcurrido ya desde aquella histórica visita. Bien sabemos lo que ha pasado en este tiempo. Juan Pablo II falleció sin ver las profundas transformaciones que necesita nuestro país y que tanto él deseaba. En este tiempo han continuado las violaciones a los derechos humanos, la mentira, el odio y la intolerancia. Continúa la represión y la persecución por motivos políticos. Continúan las torturas en las prisiones. Ha pasado una década desde aquellas inolvidables jornadas y seguimos bajo el pesado yugo impuesto por la dictadura castrista, pero estoy seguro que no será por mucho tiempo.
Cada vez, son más los cubanos dispuestos a luchar por el bien común, por una sociedad nueva donde los sueños más nobles no se frustren y donde todos podamos ser protagonistas de nuestra historia. Un día no muy lejano desde su lugar junto al Señor, Karol Wojtyla contemplará con alegría que sus palabras no fueron en vano, y que como los polacos y otros pueblos, los cubanos supimos demostrar que siempre estuvimos a favor de la libertad, los derechos humanos, la democracia, la justicia, la paz, y la fraternidad entre todos los hombres. Su confianza en el futuro de nuestra patria no será defraudada, lo sabremos construir con mucho amor y resposabilidad.
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