Diario Las Americas
Publicado el 02-16-2008
Por Pablo Alfonso
Hacía tiempo que no soltaba una carcajada. No me refiero a la risa habitual que genera un buen chiste. Digo una carcajada, con todo lo que ello implica de espontáneo. Si como aseguran algunos científicos, eso es bueno para la salud, le debo las gracias al señor ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Felipe Pérez Roque.
No intento burlarme del canciller cubano, ni pienso que Pérez Roque sea nada chistoso por supuesto, pero el pasado jueves el jefe de la diplomacia castrista se anotó un punto magistral en el difícil arte de hacer reír al auditorio.
Fue durante una conferencia de prensa convocada en la sede de la Cancillería. El señor ministro, con esa solemnidad fallida que pretende imponer al ejercicio de su cargo, convocó a los corresponsales extranjeros y a los trabajadores ideológicos de los medios locales, para hablar de la visita que su homólogo del Estado Vaticano realizará a Cuba del 20 al 26 de febrero.
“Nuestro país recibirá al cardenal Tarcisio Bertone con respeto y hospitalidad”, afirmó rotundo el canciller…y se quedó tan fresco como una lechuga.
Yo, que lo escuchaba por Cubavisión Internacional, solté mi carcajada. Un “pues no faltaba más”, estalló en mi mente como una burlona conclusión. ¡Tremenda noticia le ofrecía a la prensa el canciller Pérez! Toda una perogrullada diplomática
Así es que el Secretario de Estado del Vaticano, invitado a la isla por el gobierno sería recibido “con respeto y hospitalidad”. ¿Es que acaso podría ser de otra manera? Eso es lo normal, lo que se acostumbra cuando usted invita a alguien a su casa o cuando un gobierno invita a un dignatario extranjero. ¿Dónde esta la noticia, lo extraordinario de recibir a un invitado “con respeto y hospitalidad”?¿Es que acaso el señor cardenal Bertone, podría ser recibido con un acto de repudio al bajar por la escalerilla del avión en el Aeropuerto Internacional José Martí de La Habana? Estoy seguro que no, pero vaya usted a saber las elucubraciones que produce un mentalidad arrogante y represiva, obligada a ejercer la tolerancia diplomática. Quizás eso explicaría por qué el canciller Pérez se sintió obligado a hacer la aclaración.
Tal vez, el canciller Pérez quiso advertirle a las brigadas de respuesta rápida que el cardenal Bertone, merece la misma hospitalidad otorgada al Papa Juan Pablo II. Así es que nada de abucheos o interferencias en las misas que el canciller del Vaticano tiene programadas en Ciudad de La Habana, Guantánamo y Villa Clara. Por cierto que en Santa Clara, la capital villaclareña, el cardenal Bertone tiene la misión de bendecir un monumento dedicado al Papa Juan Pablo II. Y no imaginen “los mal pensados” en ninguna coincidencia; nada tiene que ver que Santa Clara cobije también el clásico monumento al Che Guevara y a las osamentas de los guerrilleros que con él murieron en las selvas de Bolivia y fueron desenterradas para retornar a Cuba como “destacamento de refuerzo”, bautizado así por el Comandante en Jefe.
En fin, dejemos a un lado las reacciones personales y vayamos al contexto de la noticia. Se dice que la visita a Cuba del cardenal Bertone se inscribe en el marco de las excelentes relaciones existentes entre ambos Estados y tiene igualmente un carácter pastoral, dado que también es un invitado de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba.
Se trata de una visita de “doble perfil”, para acuñarla con la jerga burocrática del oficialismo castrista. De acuerdo con el canciller Pérez esa visita se producirá en momentos en que se conmemora el décimo aniversario de la “histórica visita del Papa Juan Pablo II”.
Con un mes de retraso, preciso yo. Imagino que, desde el punto de vista protocolar, la fecha escogida para la visita –con atraso incluido-, es algo engorrosa. Sucede que la presencia del purpurado diplomático coincide con la elección de un nuevo Consejo de Estado en la isla. Así es que si Su Excelencia Reverendísima, se reúne, digamos por ejemplo, con el general Raúl Castro, antes del día 24, lo estaría haciendo con el Vicepresidente del Consejo de Estado, pero si aplaza el encuentro para después de esa fecha, quizás lo reciba el nuevo Jefe de Estado.
Recordemos que ésta no será la primera visita del cardenal Bertone a Cuba. Ya lo había hecho antes en 2001 y 2005, siendo Arzobispo de Génova. En esa última visita se entrevistó con Fidel Castro y a su regreso a Italia, ofreció una sonada conferencia de prensa elogiando “la comprensión y el respeto” que el dictador cubano sentía por la Iglesia Católica en Cuba. En tres horas de conversación Castro lo convenció de eso.
No creo que los cubanos que aspiran a vivir con mayores derechos democráticos y más libertad, puedan recibir algún beneficio de esta visita diplomática. Quizás otra cosa pudiera decirse de los fieles católicos; pero esa es una dimensión muy particular en la Cuba que dibuja la iglesia institucional en la isla. La jerarquía cubana de los últimos tiempos insiste en subrayar que se trata de ámbitos diferentes. Parece una manera elegante de eludir compromisos costosos.
En días pasados un corresponsal de la Radio Holandesa Internacional, entrevistaba al Arzobispo de La Habana, Cardenal Jaime Ortega Alamino, en torno a ese compromiso y en especial a la afortunada frase del Papa: “Que Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba”.
Para el Cardenal Ortega se trata de una frase “muy llevada y traída” que debe precisarse, teniendo en cuenta a qué se refería en particular Juan Pablo II. La respuesta del Cardenal ilustra el cuidado con que la jerarquía cubana mantiene separados sus ámbitos pastorales: “Yo creo que el Papa se refería mucho a ese aspecto cultural…”.dijo Ortega.
Quien sabe, pero al menos habría que agradecerle al Arzobispo habanero que no tratara de aplicar el mensaje de Juan Pablo al “quinquenio gris”, tan de moda en nuestros días.
pabloalfonso@comcast.net
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