Pedro Argüelles Moran, prisionero de conciencia
PRSION DE CANALETA, Ciego de Ávila, Cuba, 19 de febrero de 2008, (www.cubanet.org) -El pasado 18 de febrero cumplí cincuenta y nueve meses de estar ausente de mi entorno familiar y social, porque estoy encarcelado, y aún me quedan por cumplir de la injusta y arbitraria condena que me impuso la intolerancia castrista, otros ciento ochenta y un mes más.
Soy un sencillo ciudadano que un buen día decidió no seguir viviendo en la mentira y se incorporó a la lucha civilista en defensa de los derechos y libertades inherentes a la dignidad de las personas, que de manera sistemática e institucional el régimen totalitario de La Habana viola cotidianamente a la ciudadanía.
La tiranía castrista me encarceló para tratar de silenciarme e irme aniquilando lentamente mediante horribles condiciones existentes en las cárceles de la Isla, y con ello castigarme por atreverme a denunciar ante la opinión pública nacional e internacional sus fechorías, haciendo mío el postulado martiano de: “Un hombre que oculta lo que piensa o no se atreve a decir lo que piensa, no es un hombre honrado”
Asimismo, cinco días después de cumplir cuatro años y once meses de confinamiento, cumpliré sesenta años de edad, para entrar así, como dice mi hermano de cautiverio y lucha civilistas Adolfo Fernández, en el Selecto Club de los Sesenta, al cual él también entrará unos meses después.
A estas alturas de mi vida tengo muchas cosas de que arrepentirme y otras tantas que me dan mucho regocijo, sin entrar en detalles, los últimos dieciséis años transcurridos hasta ahora son los que más me han dignificado, porque los he dedicado a la noble y honrosa tarea de servir a mi patria como comunicador social que pretende, pacíficamente, alcanzar la tan anhelada transición democrática, único camino para conquistar la total y legitima nueva Cuba “con todos y para el bien de todos” donde impere " el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre", en un genuino y para siempre Estado de Derecho, donde no tengan cabida ni los odios, ni los rencores, ni las malsanas venganzas, puesto que prevalecerá la auténtica reconciliación nacional entre todos los compatriotas, tanto los que vivimos en Cuba, como los dispersos por el exilio. Amén.
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