Luis Cino
LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - La madrugada era fría y húmeda. El carro patrullero 270, tripulado por los agentes Yusniel Cabrera y Sergio Ramírez, 21 y 23 años respectivamente, vigilaba las calles de Lawton, cuando el Centro de Información y Mando de la PNR les ordenó acudir a la cuartería de la calle Santa Catalina número 64. Alguien había llamado al 106, el número de la policía en Ciudad de La Habana, para avisar que habían apuñaleado a un hombre en el solar.
Eran las primeras horas del 17 de diciembre. La víspera de San Lázaro suele ser agitada. La gente bebe bastante y se pone violenta. La barriada de Lawton es considerada el peor foco delictivo del municipio 10 de Octubre. El solar del 64, entre las calles Buenaventura y San Lázaro, es famoso en la zona por sus broncas. Los dos jóvenes agentes iban predispuestos. Actuaron en consecuencia.
Los agentes Cabrera y Ramírez llegaron al lugar pistola en mano y empujando a los vecinos. Como soldados israelíes en la franja de Gaza. Dicen que les lanzaron botellas. Cabrera disparó. Primero al aire. Luego tiró a dar. Hirió en la pierna a un joven que participaba en la riña. Según él, lo hizo porque peligraba la vida de su compañero Ramírez. “Estamos embarcados”, refieren los vecinos que le dijo Yusniel Cabrera a Sergio Ramírez.
Los refuerzos llegaron rápido. Los policías golpearon y esposaron a los hermanos Maykel Castro López y Reinier Triana López. Luego, se los llevaron presos.
Días después, los agentes Yusniel Cabrera y Sergio Ramírez recibieron la distinción por Servicio Distinguido en el Ministerio del Interior. Sus superiores estimaron que, pese a su inexperiencia, los dos jóvenes policías dieron “una respuesta correcta e inteligente”, según la periodista Katia Siberia en el periódico Granma (Entre el deber y el ejemplo, enero 5).
Desde que leyó el artículo, Clara López, la madre de los dos detenidos, no sale de su asombro e indignación. La historia que refiere la periodista del Granma, que por lo demás no se tomó el trabajo de pasar por Santa Catalina 64 para verificar los hechos, es bien distinta de la que narra Clara. Como nadie le ha hecho caso, indefensa y desesperada, tuvo que recurrir a la prensa independiente. Siempre ocurre en estos casos. Cuando se cierran todas las puertas, sólo queda acudir a “la gente de los derechos humanos”.
Según Clara, la noche del 16 de diciembre, su hijo Maykel celebraba su cumpleaños. Otros vecinos velaban a san Lázaro. Maykel y su hermano Reinier discutieron con otro vecino por un disco. La discusión se acaloró y se tornó en un escándalo. Fue entonces que llegaron los policías en actitud de guerra.
No hubo puñaladas. Ni siquiera había armas blancas. Era una bronca común en el solar. No se sabe quién llamó al 106 para avisar a la policía.
Clara López afirma que sus hijos fueron golpeados por los policías, a pesar de estar esposados, y uno de ellos con un balazo en la rodilla. Los dos jóvenes eran trabajadores por cuenta propia y no tenían antecedentes penales. Aún están presos.
Los agentes Yusniel y Sergio, que temían “estar embarcados” por su respuesta desproporcionada, deben estar tan sorprendidos como Clara: en lugar de ser sancionados recibieron una distinción.
En momentos en que la PNR dice estar empeñada en un esfuerzo por mejorar su profesionalidad y la imagen de su trabajo ante la población, hechos como el de Santa Catalina 64 logran el efecto contrario.
Según la mayor Milagros Lama, citada por el artículo de Granma: “Antes de cursar la formación básica por un año, los interesados deben someterse a una preparación sicológica y física, pero no siempre poseen las condiciones necesarias”. No obstante, los emplean. Con tonfa, pistola y spray. En La Habana, ante el incremento imparable del delito, los policías siguen en falta.
A veces, sin suficiente preparación ni conocimiento del terreno (la mayoría provienen del oriente del país) patrullan la ciudad como un crispado ejército de ocupación.
Abundan las denuncias de golpizas y otras formas de maltrato policial en centros de detención y hasta en plena vía pública.
Hay policías prestos a disparar al menor peligro. Los traicionan los nervios. Como a Yusniel. Gatillos alegres. Los vecinos de Lawton todavía recuerdan el triste caso de un adolescente que fue muerto por un disparo de un policía en 1995, en la esquina de las calles Porvenir y B. El muchacho había robado un tubo de luz fría. Un bombillo era un botín en los días del “período especial”. El ladronzuelo se dio a la fuga, el agente disparó.
A inicios de enero, en el acto por el aniversario 49 de la Policía Nacional Revolucionaria, el ministro del Interior condecoró a seis uniformados con la Medalla por la Seguridad del Orden Interior de Primera Clase.
Es curioso que con tantos policías de accionar destacado en la lucha contra el delito, Granma cite como ejemplo meritorio precisamente un hecho de brutalidad policial. Ojalá otros uniformados no tomen como un ejemplo a seguir para el mantenimiento de la tranquilidad ciudadana, las actuaciones de los agentes Yusniel y Sergio la madrugada del 17 de diciembre.
luicino2004@yahoo.com
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