Claro, como siempre sucede en casos como estos, se comunica el efecto pero no la causa, en la que inciden el bajo salario que reciben los maestros emergentes, la serie de responsabilidades que tienen que asumir, el fatigable doble turno que les impiden consultas e investigaciones en las materias con que tienen que enfrentarse.
Esta creación de los maestros emergentes, aunque recibió la bendición del gobernante Fidel Castro, y aplaudido hasta el delirio por el Ministro de Educación, Luis Ignacio Gómez, que lo vio como tabla salvadora para el caos que presentaba y presenta este Ministerio en la actualidad, ahora todavía más presionado por este 50 % de bajas en los nuevos y precipitados educadores. Educadores que de por sí, jóvenes sin ninguna base en la metodología de la enseñanza y de la pedagogía, cuyos estudios abarcan años para asimilarlas, solo tuvieron conocimientos de ellos en apretados cursillos. De todos modos, este handicap se hizo latente como se esperaba.
Por eso, y ahora me refiero a una provincia, Matanzas tampoco salió indemne de esta situación. Se conoce que grupos de escolares han tenido que juntarlos y pasárselos a otros profesores, en una clásica obligación de impartir contenidos, con el resultado del descontento por ser sometidos a un esfuerzo mayor, ya que lógicamente no es lo mismo una clase con 20 ó 25 alumnos, que con 40 ó 50.
Y sin caer en meras especulaciones sobre esta situación por la que atraviesa el Ministerio de Educación, si ya salió a relucir lo acontecido en las tres provincias mencionadas anteriormente, como será en el resto del país.
La educación en Cuba no pasa por un buen momento y el cómo superar el bache producido por estas deserciones no será algo fácil; aunque los resultados los sabremos cuando finalice el curso 2007-2008. Aunque es posible que en los diferentes medios informativos oficiales proclamarán que “fue un triunfo de la Batalla de Ideas”.
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