En referencia a la alimentación, esta es deprimente en cuanto a calidad y cantidad. La norma calórica en estos momentos en prisiones tales como, Combinado del Este, 1580 y Valle Grande, se encuentra por debajo de las 3100 calorías, que es la que está establecida, y solo se limita al suministro de granos, arroz y compuestos cárnicos de Soya y 120 gramos de pollo cada 21 día.
Su elaboración no reúne la calidad necesaria para ser ingerida debido a que no se cuenta con los ingredientes necesarios para su preparación, unido a que los encargados de prepararlas son reclusos que no poseen conocimientos, o estos son mínimos, en la elaboración de alimentos para grandes cantidades de personas.
La prohibición a los familiares de llevar, en los días de visitas, más de 44 libras de avituallamiento a los reclusos, agudiza más esta situación de tal forma que hay reclusos que en estos momentos su masa corporal ha disminuido por debajo de los 0.2 kilogramos por centímetro cuadrado, llegándose al extremo de haberse tenido que crear los destacamentos conocidos por el nombre de desnutridos.
La atención a la salud se ve obstaculizada por la falta de stock de medicamentos en los botiquines y escaso personal médico y paramédico trabajando en los puestos médicos.
La distribución del aseo personal es tan escasa que solo se distribuye de forma esporádica. No se entrega ropa de cama, los propios reclusos se la tienen que facilitar, y en la mayoría de las prisiones ya no se usa el uniforme por falta de ellos.
Debido a un incremento de la población penal y la no ampliación de las prisiones para poder asimilar este excedente, provoca que se conviva en completo hacinamiento, pudiéndose disfrutar de un espacio inferior a los dos metros cuadrados que es el que está establecido.
Estas situaciones han influido en la conducta de los recluidos; los niveles de violencia, agresión entre reclusos, robos, sodomización forzosa y protestas airadas han aumentado, provocando con esto una mayor respuesta represiva por parte de las autoridades penitenciarias amen de que el tráfico y consumo de drogas y bebidas alcohólicas, introducidas clandestinamente en muchos casos con la complicidad de los custodios, también ha crecido.
Todas estas formas de infrahumanidad, han convertido a las prisiones cubanas en verdaderos infiernos donde el individuo, completamente enajenado, vive de forma tal que su comportamiento se dirige más hacia la supervivencia, que hacia la reeducación para su posterior inserción social.
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