12/22/2007

LOS PREMIOS Y CASTIGOS A CUBA DEL ESTADO ESPAÑOL

Wenceslao Cruz Blanco, Corresponsal en Madrid de Misceláneas de Cuba
Eusebio Leal Spengler, al que Zoé Valdés llamó acertadamente como el “capo de la Habana Vieja” y “el duende entre la muela histórica y el dólar”, recibió de manos de la Reina de España el V Premio Internacional Reina Sofía de Conservación y Restauración del Patrimonio Cultural, dotado con una asignación económica de 36.000 euros.

La concesión del premio a un personaje que no le tembló el pulso para firmar, junto a otros aduladores “culturales” de la peor dictadura que ha existido en América, el documento que se llamó “Mensaje desde La Habana para amigos que están lejos”, donde se justificaba a la tiranía por la ejecución sumaria de tres hombres que secuestraron un transbordador y el encarcelamiento de 75 opositores pacíficos, es cuanto menos indignante.

Eusebio Leal Spengler y la Reina Sofía. Foto: Cortesía de Wenceslao Cruz Blanco.

La “economía de la inmoralidad” que practican los socialistas españoles no puede ser efectiva. Ahorrarse los “cócteles” de las recepciones con la oposición democrática cubana de la Isla fue una mala idea, como desastrosa ahora es la “inversión” y el compromiso que tiene la Agencia Española de Cooperación Internacional de Leire Pajín para con la dictadura cubana.

A diferencia de este premio orquestado desde el gobierno español, el 18 de diciembre se concedió en Casa de América el premio de Derechos Humanos a las Bibliotecas Independientes de Cuba. Allí estuvo el consejero de inmigración de la Comunidad de Madrid, Javier Fernández-Lasquetty, dando su apoyo y afecto al exilio cubano ahí representado, como a los que desde dentro de la Isla se esfuerzan en encausar hacia la democracia a la más longeva dictadura del mundo.

Cicerón dijo que “la justicia no espera ningún premio, se la acepta por ella misma. De igual manera son todas las virtudes”. Lo de Casa de América fue algo simbólico, de apoyo moral, de reconocimiento de la virtud de quien lucha por una causa justa, no hacía falta premio material. Pero lo que se hizo este 19 de diciembre, utilizando a una de las pocas instituciones de prestigio que aún le quedan a España, es una ignominia.

Ver, siguiendo el protocolo habitual, a la querida Reina de España entregando un premio a personaje de tal calaña, es triste. Como triste será cuando cubanos de La Habana Vieja, dentro de una casa con goteras, apuntalada y con peligro de derrumbe, vean en la televisión oficial cubana a ambos sonriendo por tan inmerecido premio. Eso es un castigo.

Pero algo que deberá tener claro este gobierno español - y los venideros - con relación a una futura Cuba democrática: Los premios y castigos que hoy conceden, a verdugos y a víctimas, respectivamente, traerán consecuencias ¿Cuáles? Pues las que determinen los futuros representantes democráticos de un pueblo libre. Y por supuesto, seguro tendrán buena memoria.

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