11/02/2007

Nefasto en Havanamiami o Cubanezuela


Víctor Manuel Domínguez,
Sindical Press

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) – Desde que Trucutú en La Roca secuestró a lomo de dinosaurio a la bella patagona, Chilladora del Espendrú Arenal, el ser humano siempre ha pensado en el anexionismo como solución a sus carencias.

No fue por gusto que Caín eliminó de un golpe de quijá en la quijá a su hermano Abel.

Cansado de que sus organopónicos y huertos intensivos no satisficieran la demanda en el mercado del Edén, Caín supo de mala tinta que en la parcela del paraíso donde vivía su hermano Abel no sólo había manzanas, sino también unos pozos negros de maná cuya explotación a parte de enriquecerlo revolucionarían al mundo. Y ahí mismo nació la idea del quijadicidio.

Acercándonos más a nuestro tiempo, después que España cediera Florida a los Estados Unidos en 1821, el sueño recurrente de Thomas Jefferson y John Quincy Adamas fue la anexión de cuanto territorio estuviera colocado a tiro de Winchester de su país, según revelaciones formuladas por el monje francés Julián Sorel en su libro “Si me pides la anexión te la doy”.

Y todavía hay más, porque de acuerdo con algunas notas del referido
estudioso y célibe trapense galo, ya Francisco de Miranda, conocido por “Pancho no cree en ná”, entre sus soldados tenía pensado que al
emanciparse de la corona española constituiría con los países liberados una federación.

Pero el plan del precursor de la independencia suramericana no era el de una federación cualquiera, como la de vendedores de juegos de yaquis al por mayor, de bullangueros de solar o de entradas al espectáculo artístico cultural Las ollas y el baile de las Taínas, que tanto abundan en Cuba.

Sería una federación gobernada por dos “incas”, que ejercerían el poder ejecutivo supremo, un “curaca” o administrador local por cada
provincia y un conjunto de “amautas” que legislaría en la Dieta o Parlamento Imperial.

Pero llegó la parca y los despertó durmiéndolos para siempre.

No obstante, el bichito de la anexión voluntaria o por la fuerza
mantiene a diazepán limpio a millones de habitantes en el universo, unos que rezan por el sí, y otros que afilan machetes preparan lanzas, ultiman los cañones y alzan parapetos y banderas por el no.

Entre los primeros existe un anexiolítico cubanoamericano que propuso un proyecto de anexión Havana-Miami, lo que en su nuevo idioma significa Havamiami.

Es decir, unir a los jugadores de dominó de Little Havana con los del solar La trompada feliz, así como unificar las aguas de Miami Beach con las de la playa El Chivo, incluida a partes iguales la venta de las bebidas Caguín guantanamera y güisqui escocés, y de Coca-Cola y Najita, respectivamente.

También propone unir las áreas de Walt Disney World con las del
zoológico de 26, así como los productos que comercializan las cadenas de tiendas Wal-Mart con las de Meridiano, y unir las aguas pantanosas de los Everglades con las de los baches cubanos, incluidos cocodrilos y Aedes Aegiptis.

No hay dudas de que a nuestro anexiolítico le ha quedado el seso
ardiendo, las tripas sonando y la lengua en un temblor de tanta inteligencia, amor e independencia que destila.

Por otra parte, están los que sueñan con una Cubanezuela como dejó bien claro Sorel en su libro “Si me pides la anexión te la doy”.

Estos no sólo piensan llenar de indios araucanos cuanto edificio e
institución se mantengan en pie o funcionando en la Isla, sino también en convertir un asere en pana, sustituir el tamal por arepa, las montañas en llanos y el guarapo en petróleo.

Sueñan, además, con crear el joropo-son, el tanguito-bembé, el
bambuco-salsa, y cuanta combinación les permita gobernar ambas naciones con una sola mano que destile petróleo y cañonazos.

Lo cubano quedaría en algo así como una cubanezolanía desde La Catira se sume a El Mambí, el alma llanera o El yerberito, y el Caballo Viejo cabalgue por las alturas de Simpson.

Pero como yo soy un masoquista de campeonato (y parodiando a Fernando Pessoa) les digo tanto a los que sueñan con Havamiami o Cubanezuela los siguientes versos:

Los ríos Miami y Orinoco son más bellos que los que pasan por mi aldea, pero los ríos Miami y Orinoco no son más bellos
que los que pasan por mi aldea, porque los ríos Miami y Orinoco no son los ríos que pasan por mi aldea.

Eso se los aseguro yo, Nefasto “El anexiofóbico”.

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