Tania Díaz CastroLA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - En el libro 500 años de construcciones en Cuba, editado por la Editorial Chavín de Madrid en 2001, resulta sorprendente que su autor, Juan de las Cuevas Toraya, licenciado en Economía y miembro de la Academia de Ciencias de Cuba, haya hecho una extensa relación de obras industriales a partir del año1959, cuando a lo largo de 30 años de revolución socialista el pueblo careció de todo lo necesario para vivir.
Habrá recibido numerosas condecoraciones el señor de las Cuevas, como por ejemplo, la de Vanguardia Nacional y la 40 Aniversario de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, pero por respeto a la verdad, ningún cubano aceptaría que los primeros treinta años de revolución fueron los más productivos de la Isla. Todo lo contrario.
Los cubanos que peinamos canas no recordamos, por ejemplo, que a través de la libreta de abastecimiento nos ofertaran distintos tipos de queso, hermosos muebles producidos en el país, productos textiles, colchones, etc.El desarrollo industrial socialista que pretende demostrar este libro es tan grande, que no engaña ni al más ingenuo de los cubanos.
Nos dice el señor de las Cuevas que antes del triunfo revolucionario la industria del país era manufacturera, estaba concentrada casi toda en la capital y de obsoleta tecnología; que sólo después de 1959 se acometieron importantes planes que permitieron un desarrollo sostenido de las producciones de la industria alimenticia entre 1966 y 1989.
Cita, para demostrar que son ciertas sus palabras, 31 pasteurizadoras, 3 fábricas de helados, una planta de yogurt, 4 grandes fabricas de quesos, 6 combinados cárnicos, 3 plantas de harina animal, 11 mataderos de aves, 82 panaderías, 8 fábricas de galletas, 18 de barquillos, 5 de sorbetos, 7 de panqués, 38 secaderos de arroz, 3 combinados cítricos, 17 fábricas de refrescos, 9 fábricas de conservas, y 5 fábricas de caramelos.¿Dónde, puede preguntarse cualquier cubano, iba a parar la producción de estas fábricas? Nunca la vimos en treinta años. La que más llama la atención es la fábrica de quesos de Cumanayagua, que aparece en la página 388 del libro.
Comenzó a funcionar en 1976 y producía 3 toneladas diarias de 17 distintos tipos de queso: cottage, dambo, gouda, fontina, gorgonzola, azul de Cuba, azul de Guaicanamar, camembert, gruyere, entre otros. Los que gustan del buen queso no recuerdan jamás haber comprado en un establecimiento público ninguno de los mencionados.
O se fabricaban para el cuerpo diplomático, las recepciones de gobierno, para el consumo de la clase dirigente, o se exportaban. ¡Quién sabe! Según el libro 500 años de construcciones en Cuba, el auge de la industria ligera y pesada en la Isla sólo tuvo lugar a partir de 1959. Mientras el papel todo lo aguanta, la realidad lo desmiente.
El hospital Hermanos Ameijeiras, por ejemplo, de veinte pisos, con su bolsa de valores en la planta baja, estuvo veintidós años para construirse, mientras que bajo el gobierno de Fulgencio Batista los rascacielos del litoral habanero sólo necesitaron de dos o tres años para su terminación.
Para ser justos, el libro es una buena recopilación de datos e informaciones a partir de que Fray Bartolomé de las Casas nos hiciera saber en sus escritos de 1550 cómo estaban compuestas las viviendas de los aborígenes y destaca, por suerte, las obras más relevantes del país como fortalezas, fábricas, viviendas, caminos, puentes, acueductos, escuelas, túneles, puertos, hospitales, hoteles, centros de diversión, construcciones pertenecientes a nuestros años de República, cuando ningún gobierno se había apoderado de las riquezas nacionales para el desarrollo del país y la empresa privada pudo demostrar su gran éxito.
En capítulo aparte, este volumen, que además incluye un importantísimo material fotográfico, explica ampliamente las obras realizadas por los constructores cubanos en el extranjero, sobre todo las donadas por el régimen castrista, a pesar del subdesarrollo de Cuba y su empobrecimiento actual. A este capítulo dedicaremos otra crónica.
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