10/24/2007
Una experiencia para no olvidar (II y final)
Fabián D. Arcos
LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - Durante los cinco días que
duró el alzamiento del pueblo húngaro contra la ocupación militar
soviética importantes cambios políticos se dieron en la dirección del país.
El 25 de octubre los tanques rusos provocaron una masacre de
manifestantes frente al Parlamento, que enalteció más a los amotinados e hizo
más cruentos los combates callejeros.
Erno Gero fue sustituido en la dirección del partido comunista por
Janos Kadar, y el 27 de octubre Imre Nagy formó un gobierno donde incluyó a
dirigentes de los partidos prohibidos y a algunos comunistas del
anterior régimen, incluido al nuevo primer secretario. Anunció que iniciaría
conversaciones con Moscú para el pronto retiro de los invasores y que
disolvería a la odiada AVH (Seguridad del Estado) tan pronto los
combates cesaran.
El 28 la lucha cesó y la AVH fue suprimida al día siguiente. Pero el
nuevo gobierno no tenía el poder efectivo del país, en manos de los
consejos revolucionarios y de trabajadores. El 30 de octubre se instauró el
nuevo gabinete y el señor Nagy anunció el fin del sistema de “partido
único”, medida que fue aceptaba por el señor Kadar en esos momentos. A
partir de entonces el pueblo de Budapest se dedicó a eliminar los
escombros causados por los combates, en medio de la felicidad por la
victoria.
A partir del 1 de noviembre se iniciaron las conversaciones con el
mando militar soviético para negociar la retirada de los ocupantes. Los
combatientes por la libertad se constituyeron en una fuerza armada, además
de la policía y el ejército, autorizada a portar armas para defender
las conquistas alcanzadas. El Partido Comunista inició una
reestructuración para mejorar su maltrecha imagen y pasó a llamarse Partido
Socialista de los Trabajadores Húngaros. El nuevo gobierno se retiró del Pacto
de Varsovia y se declaró neutral, pidiendo el apoyo de las potencias
occidentales para su mantenimiento.
No obstante, el nuevo gobierno se propuso mantener su condición de
socialista pero con carácter democrático, decidido a mantener las
conquistas sociales alcanzadas después de la ocupación germana.
El día 3 se reorganizó el gobierno expulsando a tres ministros
comunistas del anterior régimen. Las conversaciones para la retirada de las
tropas soviéticas estaban a punto de concluir. En ese momento había 2,500
tanques rusos y 1,000 vehículos auxiliares en todo el país. Cuado ya
parecía que sólo quedaban cuestiones técnicas para la retirada a
realizar, esa noche el coronel Maléter, nombrado ministro de defensa, que luchó
activamente con los amotinados, se trasladó al cuartel general ruso
ubicado en Tokol, cerca de Budapest para firmar el acuerdo. A su llegada
fue detenido por agentes del NKVD y fusilado.
Paralelamente el señor Kadar, recibiendo orientaciones de Moscú,
organizó un gobierno paralelo, acusando al de facto de incapaz de mantener el
orden y de servir a potencias imperialistas. En la madrugada del 4 de
noviembre los tanques rusos volvieron a avanzar hacia Budapest. El
ejército húngaro y los combatientes por la libertad armaron barricadas pero
la superioridad de los invasores era arrolladora. Los combates se
generalizaron con su fatídica carga de muertos.
El 7 de noviembre la mayor parte de la ciudad estaba en manos de los
rusos. El nuevo gobierno comunista prestó juramento. No obstante, se
resistía heroicamente en los centros industriales de Ujpest y la isla de
Csepel, que lucharon hasta el día 11. Numerosas detenciones fueron hechas
por los ocupantes y los arrestados fueron enviados en trenes hacia la
Unión Soviética.
La experiencia sufrida por el pueblo húngaro en 1956 no puede ser
olvidada. Demostró que los regimenes de corte estalinista no se detienen
ante lo que sea por mantener el poder y hacen uso de la fuerza más
despiadada incluso contra su propio pueblo cuando se ven perdidos. Recurren a
la traición y el engaño para apuntalar el poder.
En Cuba no se habla de aquellos hechos. En octubre se celebran jornadas
ideológicas para “fortalecer la conciencia” de las masas. Pero llegará
el día que el pueblo cubano, víctima también de los mismos verdugos,
recuerde la experiencia húngara.
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