10/23/2007
Una experiencia para no olvidar (I)
Fabián D. Arcos
LA HABANA, octubre (www.cubanet.org) - Cuando el 24 de octubre de 1956
los tanques soviéticos irrumpieron en las calles de Budapest a fuego y
metralla contra los manifestantes húngaros, se daba inicio a una de las
páginas más bochornosas de la historia contemporánea.
Hungría, al igual que la mayoría de los países de Europa Oriental,
había sido liberada de la ocupación nazi fascista en los meses finales de
la Segunda Guerra Mundial. Los nuevos ocupantes del país, en virtud de
los acuerdos de Postdam, organizaron elecciones generales para elegir a
los nuevos gobernantes en 1945. Cinco partidos alcanzaron
representación parlamentaria y los cuatro mayores formaron una coalición para
gobernar.
Los comunistas, que sólo obtuvieron el tercer lugar en la votación,
fueron aumentando su influencia, y en 1948 los militantes de los restantes
partidos fueron silenciados y sus dirigentes tuvieron que huir al
extranjero. En 1949 el país se convirtió oficialmente en una “Democracia
Popular” y el poder se concentró en manos de Mátyás Rákosi, un comunista
formado en Moscú.
La dictadura impuesta fue mayor que la precedente germana. Se
suprimieron las libertades de expresión e individuales. Se realizaron purgas y
numerosos encarcelamientos, tanto dentro de las filas del propio Partido
Comunista como de toda la sociedad. El entonces ministro de Relaciones
Exteriores, Lázló Rajk, fue detenido y ahorcado. Un verdadero reino de
terror se estableció en la nación.
En 1956, al calor del informe central del XX Congreso del Partido
Comunista de la Unión Soviética, y la denuncia de los crímenes cometidos por
Stalin, se produjo un movimiento dentro de las filas de los comunistas
húngaros y en julio de ese año fue destituido Rákosi. Erno Gero, un
comunista purgado por Rákosy ocupó su cargo, pero el pueblo pedía la
restitución de Imre Nagy, que había sido primer ministro entre 1953 y 1955
y había liberalizado los controles impuestos por Rákosi.
En el otoño de 1955 los escritores húngaros publicaron artículos
críticos contra el poder impuesto. En el verano de 1956 fundaron el Club
Petofi, auspiciado por la DISZ, la organización juvenil comunista. El 19 de
octubre de1956 estudiantes de la Universidad de la Industria y Técnica
de la Construcción aprobaron un listado de 16 demandas entre las que
se exigía el fin de la obligatoriedad de estudiar ruso en las escuelas.
También pedían el retiro inmediato de las tropas soviéticas
estacionadas en el país, así como la reorganización del gobierno bajo la jefatura
de Nagy, la celebración de elecciones libres, libertad de expresión,
cambios radicales en la situación de los obreros y campesinos y la
restauración de los partidos políticos.
El 22 de octubre los estudiantes se reunieron en manifestaciones
pacíficas, y antes de las seis de la tarde las manifestaciones que habían
recorrido la capital se congregaron frente al edificio del Parlamento,
donde se reunieron 250 mil ciudadanos, la mayoría de ellos obreros y hasta
militares de uniforme. Por la noche los estudiantes derribaron la
estatua de Stalin.
Al otro día los estudiantes se dirigieron a la emisora nacional para
dar a conocer sus demandas, pero los censores se negaron a radiarla.
Fuerzas de la impopular AVH (Seguridad del Estado) ubicadas en el edificio
de la emisora, abrieron fuego matando e hiriendo a numerosos
manifestantes. A partir de ese momento el levantamiento fue inevitable. Los
estudiantes arremetieron contra los AVH y se hicieron de las primeras
armas. Enterados los trabajadores de la situación, montaron en los camiones
de sus fábricas y se dirigieron al centro de la ciudad. Por el camino
numerosos militares húngaros les suministraron armas y se sumaron a la
revuelta.
En la madrugada del 24 de octubre fuerzas blindadas soviéticas
estacionadas en el país irrumpìeron en las calles de Budapest. En horas de la
mañana la radio nacional anunció que el gobierno había solicitado la
intervención de las fuerzas soviéticas para controlar la situación.
Cinco días duraron los sangrientos combates. Los trabajadores y
estudiantes se organizaron en grupos pequeños y con combas caseras incendiaban
los tanques rusos, carentes del apoyo de la infantería. El ejército
húngaro se pasó en su mayoría a los alzados y les suministró las armas
necesarias para la rebelión. Solamente apoyaban a los invasores las
fuerzas de la seguridad AVH. En casi todo el país las administraciones
burocráticas del estado fueron sustituidas por consejos revolucionarios y
consejos de trabajadores.
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