10/16/2007

Nefasto y el departamento integral



Víctor Manuel Donínguez, Sindical Press

LA HABANA, Cuba - octubre (www.cubanet.org) – El maltrato al público es
un arte típico del socialismo. Un valladar educativo contra el afán de
consumo que se está comiendo por una pata la magra economía de la
población.

Por eso, la condición de dependiente integral sólo la obtendrá el que
maltrata al usuario lo mismo en moneda nacional que en libremente
convertible, según manifestó Diógenes Rugidor Más-Bravo, master en
gritología, berridos, patadas y torceduras de ojos en la Escuela de Dependientes
de Gastronomía y Turismo “Mi trabajo es usted”.

El método aplicado por Rugidor Más-Bravo no sólo alberga el propósito
de desalentar la compra indiscriminada de cuadritos de sopas, sino
también impedir esa aglomeración de personas que luchan a brazo partido en
cualquier tienda lo mismo por una goma para bicicleta que por un
ajustador.

Además, otra de sus más significativas pretensiones es la de surtir de
infartados, hipertensos y deprimidos los cuerpos de guardia de los
hospitales, con aquellos clientes que insistan en comprar tanto en las
tiendas recaudadoras de divisas como en las de moneda nacional.

Aquel irreverente comercial que proclamaba que el cliente siempre tiene
la razón, fue derogado por su esencia dogmática y su tufo
discriminatorio contra los trabajadores de los servicios, y en su lugar surgió el
más justo y equitativo el método conocido como Locuras del mostrador.

Este proyecto, si bien lo han calificado como muy agresivo, nos ha dado
la clave para que muchos dejen de asistir a esa pachanga del consumo,
la gozadera y el histerismo colectivo que inunda cuanto timbirichi,
plaza, tienda o bodega expenda aunque sea una frazada para el piso, o una
col.

No hay diferencias. A todos se les trata con el mismo deprecio, iguales
rugidos y equitativas cuotas de agresión sicológica, haciéndolos
sentir un guiñapo humano en su propio país, como receta infalible contra la
compulsión de comprar sin necesidad.

Las locuras del mostrador comienzan desde que el cliente llega al
establecimiento comercial. Si por casualidad es de los que aún dicen “buenos
días”, el dependiente debe mirarlo de reojo, con una carga de veneno
capaz de derrumbar a un mulo, y apenas contestar: ¡Hum..!

Si el cliente insiste, aún de espaldas el dependiente debe ir
articulando rugidos hasta llegar al tono ensordecedor, con razones como esta:
¡Que buenos días ni la cabeza de un guanajo! ¿Usted no sabe que me
levanté a las cuatro, no había café, se me rompió el ventilador, el pago está
atrasado, mi pariente en Miami desapareció, no hay agua desde hace
tres días y el camello me dejó botao en el Cotorro?

Preparado el terreno, y ya completamente de frente al aspirante a
comprador, se le encima y espeta con saliva y aliento incluidos: ¡Si usted
no está loca! ¿Cómo carajo piensa que hoy puede ser un buen día?

Ya relajado, cumpla con su papel de vendedor de la escuela Mi trabajo
es usted, y pregunte: ¿Qué desea? ¿Un meruco para el baño? No hay. ¿Una
junta de cafetera? No hay. ¿Muslo de pollo? No hay. ¿Paticas de puerco?
No quedan en existencia. ¿Sobrecito de refresco Toqui? Sí hay.

Y ante la sonrisa de agradecimiento por su gentileza, pregúntele como
si de verdad le importara un pito que compre o no compre: ¿Trajo el
dinero exacto?

Entonces, ante su respuesta negativa, debe volver con más brío a las
enseñanzas del método Locuras del mostrador.

¿No? ¿Qué no tiene dinero exacto? ¡Esto es lo último! ¿Qué se piensa?
¿Qué soy un banco? ¿Cómo se le ocurre venir con cinco pesos para
llevarse productos por 2.50? ¿De dónde voy a sacar el vuelto? ¡Desconsiderada!
¡Su actitud no tiene perdón! Y ahí mismo le da de nuevo la espalda, y
se pone a leer el diploma que lo acredita como maestro de la calidad.

No hay dudas que con un nivel de profesión como el mostrado por este
dependiente común en nuestro país, los servicios que oferta la red de
gastronomía y las tiendas recaudadoras de divisas nunca quebrarán por
falta de producción.

Si aplicamos el método Locuras del mostrador, de Diógenes Rugidor
Más-Bravo, de seguro crecerán los infartos y disminuirán las visitas al
mercado en nuestro país, gracias a la encomiable labor de una dependiente
integral.

Eso se los aseguro yo, Nefasto “El vendedor”.

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