10/18/2007
Mi comandante
Yosvani Anzardo Hernández, Jóvenes sin Censura
HOLGUÍN, octubre - (www.cubanet.org) - “Un día lloré ante su imagen”,
me dijo aquel hombre. Según él, jamás pensó en existencia más justa y
noble para sí y para cualquier cubano que darlo todo por la revolución.
Aceptaría la separación de su familia si fuera necesario. Ellos lo
entenderían un día, porque sus compañeros del silencio les harían saber de
su sacrificio y sollozarían orgullosos por su digna soledad. Da mucha
fuerza el saberse del lado correcto, su revolución no es inmaculada,
pero su comandante sí.
Como llegar a ser uno de los elegidos era su preocupación, sufrió una
crisis depresiva cuando la guerra de Angola terminó sin su
participación. En fin, fue un niño lleno de sueños, un adolescente repleto de
deseos. Luego la misma maquinaria que él admiraba se desentendió de algunos
de sus compañeros. Si fuera cobarde habría aceptado que eso
sencillamente pasa. Pensar con cabeza propia fue su gran defecto. Luego encontró
mentiras y crímenes cotidianos. Al final prefirió pensar que su
comandante era tan inepto que no sabía nada.
Mentiras e injusticias se encuentran en cualquier parte del mundo, pero
tantas y tan grandes en tu propia vida, son las que llevan a muchas
personas al suicidio. Que en Japón, Canadá o Groenlandia sucedan cosas
atroces es lamentable, pero que sucedan en tu tierra, y cuando se supone
que no deben ocurrir, es simplemente doloroso.
“Un día lloré ante su imagen”, y esta vez lo digo yo, un ser con nombre
que preferiría no tener rostro, con voz de herida abierta. Ambas
imágenes no son las mismas. Mi comandante luchó por llevarle justicia, pan y
libertad a su pueblo, y el jefe implacable lo metió en la cárcel.
La muerte rondaba entre sus compañeros de lucha y él comenzó a morir
todos los días, alimentándose de su dignidad, sabiendo que el dolor
significa vida, solidario con los hermanos de prisión, pero consciente como
nadie de que las huelgas de hambre se emprenden sólo cuando el
contrario tiene corazón, y este no era el caso.
Mi comandante dirigió la columna 9. Sus fotos desaparecieron: la
entrada a La Habana el 8 de enero del 59; Camagüey y sus excelentes
relaciones con Camilo.
¿Por qué tanto miedo a la verdad? Veneno le llaman, y tienen razón,
envenena y mata al monstruo que llevamos dentro. El libre albedrío es
libertad. Nuestro pueblo no es sumiso ni cobarde, y la historia nunca
absuelve.
Mi comandante está cultivando un siglo nuevo, y ha de verlo crecer
porque abonará con su memoria esta tierra de todos, mancillada por el odio
y la intolerancia. Aún no termina pero estás aquí conmigo, siente el
calor de mi mano y el respeto de mi abrazo. Y si además sientes que te
llega desde todos los puntos de esta isla, créelo, la verdad se abre paso
en nombre de los caídos y de los que aún no se quitan las botas de
guerrillero. Honor y honra a quien merece ambas cosas Huber Matos, mi
comandante.
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