Por Hugo J. Byrne
(A mi amigo Luis Crespo, hombre libre y patriota cubano)
¿Qué es la patria? De acuerdo al conciso Larousse que siempre tengo al lado,
"Patria es el país donde se ha nacido". Esa es la primera definición que mi
pequeño diccionario ofrece. La segunda, más interesante para un desterrado,
es "país de origen". El resto de la información se reduce a ejemplos y a
usos.
Debo admitir que mi concepto de patria es complejo y subjetivo. Por eso no
me satisfacen las definiciones de Larousse. Procuro objetividad en todo
cuanto escribo, pero no sería honesto ignorar que en ese tema soy incapaz de
acercarme siquiera a ese ideal razonable. Los amigos del destierro que
tratan de racionalizar la idea de patria, conmigo pierden el tiempo.
Considérenme un caso perdido, incluso torpe o "romántico".
¿Se debe ofrendar existencia, libertad, familia y felicidad en aras de "la
patria"? La pregunta no es razonable y la respuesta varía con cada quien.
En el "país donde nací" hay sin duda quienes son capaces de ello. Individuos
con un compromiso total, sin parar mientes en otras consideraciones.
Existieron en el pasado lejano, como Joaquín de Agüero y en tiempos más
recientes, como Pedro L. Boitel. Existen. Siempre existirán.
No hay nada "místico" o "espiritual" en el sentimiento del hombre por su
familia. El amor patrio es una pasión pura, platónica, irracional,
protectora, similar a la que sentimos por nuestros hijos: se brinda sin
condiciones. El Lugarteniente General Antonio Maceo Grajales es el mejor
ejemplo que conozco. Maceo amaba a la patria más que a la vida mucho antes
de caer en Punta Brava en 1896.
Nunca demostró mejor Maceo su amor por Cuba como en el caserío de Baraguá en
1878, desesperadamente solo en su rebeldía. Ningún jefe insurrecto
importante lo respaldó. Ninguno. Arruinados, ignorados por el mundo,
exhaustos de un sacrificio aparentemente sin final y sin sentido, despojados
de la menor esperanza, todos aceptaron con estoicismo las promesas
elocuentes de un eminente soldado-político. Todos menos uno: Maceo. En él
prevaleció su inmutable amor filial por sus compatriotas.
¿Acaso estaba loco? ¿Era Maceo un fanático incapaz de comprender la ingrata
realidad de 1878? Martínez Campos, su famoso antagonista en Baraguá,
contesta esas preguntas: "Creí habérmelas con un mulato estúpido, con un
rudo arriero; en su lugar encontré no sólo a un General capaz de dirigir el
movimiento de sus tropas con tino y precisión, sino."
Más allá de la estoica formación dada por su abnegado padre, el venezolano
Marcos y sobre todo por su apasionada madre, la insigne criolla Mariana,
Maceo demuestra siempre patriotismo incondicional. ¿Que no existían en su
ámbito las miserias de hoy? Ese mito es para quien no conozca historia.
En 1896 Madrid contaba en Cuba con una fuerza doméstica y voluntaria de más
de 82,000 hombres (90% nativos). Esta cifra es por lo menos el doble del
total de insurrectos durante cualquier fase de la Guerra de Independencia.
El más feroz contendiente de Maceo en los últimos meses de la Guerra Grande
fue el Brigadier González Muñoz, nativo de Cuba. El jefe supremo español en
la guerra de Marruecos de los años veinte, el eficiente General Dámaso
Berenguer y su subordinado (e insubordinado) el no tan capaz General
Fernández Silvestre (quien pereciera en Annual), tenían el doble denominador
común de haber luchado contra nuestra independencia y de haber nacido en
Cuba. ¿A quienes pueden sorprender entonces los traidores como Fidel y Raúl
Castro o Ramiro Valdés, los apátridas que los apoyan, inluso peor, los
muchos cobardes que los toleran?
No sé exactamente cómo ni cuándo empecé a amar a mi patria, pero evoco una
ocasión memorable cuando a principios de mayo de 1945 y en compañía de mis
padres asistía a una función de cine en mi ciudad natal. Tenía diez años de
edad. De repente encendieron las luces e interrumpieron la exhibición de la
película. En su lugar apareció en la pantalla una información de
actualidad: el heredero de Hitler, Almirante nazi Karl Doenitz, había
rendido incondicionalmente el III Reich al Alto Mando Aliado.
Cuba no sólo era beligerante, sino que nuestros marinos mercantes fueron
víctimas de la campaña submarina alemana. Esta última, desplazándose al Mar
Caribe, había hecho estragos en nuestras tripulaciones. Cuba ripostó cuando
un cazasubmarinos nuestro hundiera a un "U-boat" alemán. Esta, la única
victoria naval de una nación hispanoamericana sobre el Eje durante la
Segunda Guerra Mundial, desgraciadamente no es muy conocida entre cubanos.
La primera reacción del público en el cine fue una ovación sólida. A los
los vítores sucedió un silencio impresionante y lentamente todos se fueron
poniendo de pié. No tengo la menor idea de quién lo inició, pero de repente
todos estábamos cantando el Himno Nacional. Cuando cesó el coro miré
curioso en derredor y a pesar de nuestra propensión viril a reprimir
sentimientos, comprobé que aún entre los hombres más duros no había una
pupila seca. Al principio no asimilaba lo que estaba pasando en aquel
local, pero más tarde, ¡qué bien me sentía de haber estado allí y participar
con los demás!
Cuba y la libertad son nociones eternamente entrelazadas. No en balde
nuestro lema nacional era "Patria y Libertad". Aunque cambiaría el orden de
los términos. Prefiero "Libertad y Patria", pues la primera idea en la
revisión que propongo, es la que hace posible la segunda. La libertad es
como el aire que no puede verse ni palparse, pero si nos falta perecemos.
La lucha por la libertad forjó nuestra República. No en balde esa República
se deshizo en la nada y la patria se arruinó al faltar esa libertad.
No sé si alcanzaré a retornar a Cuba, pero gracias a ser libre aún puedo
honrarla. Prometo continuar hasta el final. Lo hago semanalmente
escribiendo esta columna y al hacerlo, a menudo siento la presencia de la
patria. Veo a Cuba en mis hijos y la oigo en el bullicio de mis nietos.
Son y serán siempre hombres y mujeres libres. Nos robaron temporalmente a la
patria, pero no nos pudieron hacer esclavos. Nunca podrán. Los verdaderos
cubanos no nacimos para ser esclavos.
¿Recuerdan cómo leía el epitafio que evocara Martí en sus "Versos Sencillos"?
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