10/30/2007
Las voces lejanas de la microfracción
Luis Cino
LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - En octubre de 1967, cuando
anunciaron en Cuba la muerte de Ernesto Ché Guevara en Bolivia, ya
habían empezado los arrestos contra los implicados en el proceso contra la
microfracción.
Todos eran militantes del Partido Comunista de Cuba. Muchos de ellos
provenían de las filas del histórico Partido Socialista Popular. El
propio máximo líder los acusó de revisionistas y sectarios y de
“conspiración pro soviética.
Lo primero que se habló oficial y públicamente de ellos, lo dijo el
Raúl Castro, en enero de 1968, durante un pleno del Comité Central:
“A mediados de 1966, concurre información de varias vías, todas
confiables, que nos hacían suponer la existencia de una corriente de oposición
ideológica a la línea del Partido. No provenía precisamente de las
filas enemigas, sino de gente que se movía dentro de las propias filas de
la revolución, actuando desde supuestas posiciones revolucionarias”.
La purga fue severa. Muchos cumplieron años de cárcel. Ninguno fue
rehabilitado.
Han pasado 40 años de la muerte de Guevara y del inicio del proceso
contra la microfracción. El General Raúl Castro, que sustituye al
convaleciente máximo líder, ha llamado a los cubanos a ser críticos y
expresarse sin temor sobre los problemas del país en las asambleas que convoca
el Partido.
Y se vuelven a escuchar las voces lejanas de la microfracción. Las
cosas que dicen ahora mismo los cubanos en las asambleas, con más o menos
temor, no difieren mucho de las que decían los viejos militantes
comunistas que fueron satanizados en 1968.
Critican la excesiva centralización, el voluntarismo, el improductivo
monopolio estatal, la burocracia asfixiante, las penurias que sufre la
población. Se habla de liberar las fuerzas productivas. De entregar la
tierra a los que la viven y la trabajan. Señalan que la propiedad
socialista sobre los medios de producción no tiene necesariamente que ser
estatista.
40 años atrás, Pedro Campos Santos, un ex funcionario comunista que ha
presentado un plan de reformas de 15 puntos al Comité Central, hubiera
ido a parar a prisión.
Los medios oficiales gustan decir por estos días que “el país es un
hervidero de ideas”. Advierten que “el enemigo pretende introducir su
agenda en el debate de los revolucionarios”. Casualmente, la agenda
disidente se parece mucho a la del resto de los cubanos.
Por los periódicos y en la TV, nos bombardean y abruman con el
indescifrable socialismo del siglo XXI. En la calle se habla de otras cosas.
De trotskismo, del NEP, del XX Congreso del Partido Comunista Soviético,
de la necesidad de amnistiar a los presos políticos, del modelo chino,
la Perestroika, los Estados Generales y hasta de la toma de la
Bastilla.
Parece ser que al fin empieza a agotarse el argumento paralizante de
que “criticar el socialismo es darle armas al enemigo”. Hace un par de
semanas, escribía en su blog (luisexto.blogia.com) el periodista Luis
Sexto: “El enemigo está contento cuando nosotros no criticamos…Ciertos
errores sin crítica pública siguen haciendo daño”. Calificar de enemigo a
todo el que no opina igual es uno de los más graves.
No me gusta crearme falsas expectativas. Conozco el viejo proverbio
bengalí: “El que cabalga un tigre, no puede descabalgar”. Prefiero pensar
que los dirigentes cubanos han aprendido algo de las duras lecciones de
la historia. Que, por el bien de todos, no van a desaprovechar también
esta oportunidad.
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