Pedro X.Valverde Rivera
En la Asamblea General de la Sociedad Interamericana de Prensa, reunida en Miami, las más importantes autoridades de la prensa del continente conocieron y discutieron sobre los principales problemas que afectan y amenazan las libertades de pensamiento, expresión, acceso a la información y libre ejercicio del periodismo en la región.
El caso más crónico sigue siendo Cuba, en la que una dictadura corrupta, otrora libertaría, manipula la vida de los cubanos, sus pensamientos y sus hábitos.
Luego le sigue, cada vez más cerca, Venezuela, en la que el generalísimo Chávez ahora, según delegados de ese país, hasta intercepta e-mails y conversaciones telefónicas de la “oposición” (o sea, todo aquel que no se ha sometido) y pretendería instaurar permanentemente el estado de excepción, para frontalmente eliminar toda garantía a los pocos derechos humanos que todavía no ha conculcado (los de libertad de prensa y expresión hace rato).
Luego viene un pelotón muy parejo (Ecuador, Nicaragua, Uruguay, Argentina, Bolivia y Brasil) en el que según los informes discutidos, los poco tolerantes mandatarios atacan y desacreditan permanentemente a la prensa independiente y premian, mediante la publicidad oficial, a quienes se alinean con su gobierno.
Claro está que en países como Argentina y Brasil, por ejemplo, instituciones como la Suprema Corte, la Fiscalía o el Parlamento son respetadas y a nadie se le ocurre cesarlas por muy opuestas que estuvieren a los planes del gobernante de turno.
En Costa Rica, Colombia, Perú, Chile, México, El Salvador, Panamá, República Dominicana y Honduras, entre otros, la libertad de prensa también experimenta importantes problemas; sin embargo, la relativa solidez de sus instituciones democráticas los sitúa en un privilegiado grupo de democracias regulares.
Parecería entonces que las organizaciones defensoras de los derechos humanos y de la democracia en el continente, siguen en deuda con el pueblo cubano, subyugado a los dictámenes de Fidel y la cúpula revolucionaria, única beneficiada del sistema comunista imperante, aunque cada día cobra más fuerza la pregunta de si realmente el pueblo cubano quiere ser liberado.
Conocí a un cubano extraordinario que vivió los años de la revolución y que, decepcionado por la traición de Fidel, viajó a Miami para desde allí enrolarse al ejército norteamericano (como muchos otros compatriotas) y participar en cientos de misiones secretas contra el régimen de Castro, arriesgando, obviamente, en cada una de esas jornadas su vida. por la liberación de sus hermanos.
Luego, ya radicado en Guayaquil por años, en la madurez de sus días viajó a La Habana como un simple turista y regresó decepcionado, según sus palabras, por ver a un pueblo derrotado, sin ilusión, sin dignidad, sin coraje, sometido y conformista.
“Ese no es el pueblo cubano que yo dejé... esa Cuba ya no existe más; ellos no merecen nuestra lucha; no vuelvo a pensar en ello, asunto terminado...”, me dijo, profundamente conmovido y decidido.
Aprendí entonces que en realidad, Cuba vive libre en el corazón de cada cubano libre, digno, desafiante, irreverente y altivo, como Emilio García, en homenaje a quien escribo esta nota, y no prisionera entre bayonetas manchadas de sangre por una revolución en decadencia. Gracias por la lección, querido amigo.
http://www.eluniverso.com/2007/10/19/0001/21/903B32B1C7824031B15ACC71181721DA.aspx
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