LA HABANA, octubre (www.cubanet.org) - Cada día se habla menos de las reuniones organizadas por el Partido Comunista que se vienen celebrando
en centros laborales, de estudio y comunidades de vecinos.
En realidad, tales eventos nunca merecieron mayor interés por parte
de una población inmersa en el desaliento y en esta permanente
modorra, que por ser tan añeja, sume a la población en un estado de
inercia e indiferencia; que enerva voluntades y sitúa al individuo en una
posición donde le da lo mismo chicha que “limoná”.
Los que más se calientan la cabeza con el asunto son los
intelectuales, disidentes, opositores, “segurosos”, y oficiales del ejercito. El
hombre común y corriente que anda tras los frijoles y el picadillo de
soya para darle de comer a los muchachos no gasta neuronas en tales
asuntos.
No es la primera vez que se le pide al cubano abrir la boca fuera de la
consulta del dentista. Algo similar se hizo en l992. En aquella época
suscitó mayores expectativas en tanto era reciente la caída del campo
socialista. Los resultados de todas aquellas deliberaciones y
lamentaciones son de sobra conocidos. Aquello dio menos aceite que un ladrillo.
Aunque resulta cierto que en l994 se iniciaron algunos amagos de
mercado libre y surgieron más de doscientos mil cuentapropistas, la mayoría han sido defenestrados. Ahora también podrían aparecer algunas
pinceladas de capitalismo en el lienzo nacional. Pero nada más. Eso no es
lo que Cuba necesita.
La convocatoria del gobierno en esta ocasión es más insistente. Raúl
Castro ha urgido a la ciudadanía para que hable con “valentía” y
“sinceridad”. Pero también ha alertado para que no se hagan “muchas
ilusiones” porque según él los miembros del gobierno “no son magos”. ¡Qué lástima!
También dijo que hablaran “sin miedo de todo lo que quisieran”. Y es
aquí donde veo la principal dificultad que encaran estas reuniones.
Porque la gente tiene un terror de medio siglo acumulado que no es
imaginario sino concreto, tangible y manifiesto en múltiples ocasiones, y cuya evidencia más sobresaliente fue en la primavera de 2003, cuando se
repartieron más de mil quinientos años de prisión entre setenta y cinco
patriotas cuyo único delito fue hablar y escribir con sinceridad y
valentía. O sea, lo mismo que se le está pidiendo al ciudadano ahora.
No en balde los temas más reiterativos en estas asambleas son el
transporte, la vivienda, la alimentación y los insuficientes salarios. Otras
cuestiones, cierto es, se han tocado pero sólo por parte de los más
osados (derecho a Internet, potenciación del mercado libre y algún
estímulo a la inversión extranjera).
Todo ello, claro está, dentro del sacrosanto esquema socialista-revolucionario del siglo XXI acaudillado por los Castro. Y hasta ahí llegó el río. De “ahí palante” no hay más pueblo. Ahí se cayó el dinero. Porque todos sabemos que mas “pallá” esta el mono y usted puede jugar con la cadena pero no con el animalito.
¡Dígamelo a mí!
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