Quizá, con el nombramiento de Ramiro Valdés como vicepresidente del Consejo de Estado, al fin brote en Cuba ese momento en que ya no será posible que sigamos arropados en la monstruosa conformidad del autoengaño porque mientras más pasa el tiempo, resulta más evidente la certeza de que ninguno de esos señores ( nombrados a dedo ) habrá tenido jamás la intención de encaminar el país hacia un contexto democrático; por una razón simple : ellos saben que no sobrevivirían en Cuba una vez que los oficiales superiores empiecen a hablar y que los archivos y memorias se empiecen a publicar por internet en un alud sin plazos ni remilgos editoriales que terminará tragándoselos como el sapo a la mosca.
Los pontífices del régimen cubano no liberan a sus rehenes políticos porque intuyen – creo que con mucha razón - que en la primera señal interpretada por la gente como un gesto de debilidad, el pueblo les caerá encima como la sarna al perro al mismo tiempo que la fragilidad económica en que se encuentra el país, les prohibirá cualquier intento de contrariar la dialéctica de la miseria creada por ellos mismos . En una palabra : están perdidos.
Cuba ha llegado a un punto de « masa crítica » en que los militares y miembros intermedios del sistema entienden la inutilidad de dar crédito a una banda de viejos cuyos únicos objetivos son salvar sus pellejos y, de ser posible, sus fortunas.
No sólo se trata de la deuda exterior cubana o del robo a los empresarios extranjeros que invirtieron en Cuba sino de la total parálisis del aparato productivo de un país que vivió, primeramente a merced de la URSS y ahora aguantado como un náufrago al petróleo del bufón de Miraflores cuyas bondades hacia Cuba no están grabadas en el mármol si miramos bien la situación política en Venezuela.
La represión que organice el vicepresidente Valdés agregada a la indigencia general no auguran nada bueno para los próximos meses.
¿ Qué informaciones tiene Raúl Castro sobre lo que podría ocurrir en Venezuela y Colombia como para que, prudentemente, haya nombrado vicepresidente al represor por excelencia que, a la vez, es uno de los hombres que más ha odiado en su vida ? .
¡ Fo !, hay hedor a capilla ardiente y vaya usted a saber quién pondrá el muerto.
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