7/12/2009

A propósito de Honduras…

Por Lázaro Tirador Blanco

Lo ocurrido en Tegucigalpa no fue un golpe de estado como a sido vociferado desde el inicio por los acólitos de Castro y los asalariados de Chávez. La verdad es que las instituciones jurídicas, políticas y militares hondureñas han dado un ejemplo de patriotismo a Latinoamérica y al mundo, en cuanto a defender la Constitución de su patria y los principios democráticos que rigen la sociedad hondureña.

Es triste que en Cuba las noticias las transforman, las envuelven en engaños y no se dan todos los elementos de la verdad de los hechos. Pero es entendible que el régimen no permita al pueblo cubano escuchar todas las versiones, porque un acontecimiento como el acaecido en Honduras llevaría al pueblo, sojuzgado por un totalitarismo incruento, la esperanza de la próxima libertad.

Cuando Castro andaba por la Sierra Maestra intentando llevar a cabo su revolución, bien denunciaba que las armas debían ser para defender los derechos del pueblo y de la patria y no para masacrarla. ¡Qué paradoja! Ellos también dieron un golpe de estado y llevan más de 50 años masacrando a Cuba. Pareciera una burla que hoy Raúl Castro recrimina y da lecciones de democracia a los militares y políticos hondureños –respaldados por las instituciones del estado-, que han tomado las armas y la ley, no para masacrar a sus hermanos sino para defender la Constitución, proteger el Estado de Derecho y la democracia hondureña, amenazada por los planes elucubrados en la imperial mente de Hugo Chávez y bajo el senil consejo de Fidel Castro.

Ya hoy el pueblo y las instituciones venezolanas están comenzando a pagar el precio de aprobar las elecciones eternas de Chávez y poco a poco también sufrirán los pueblos de Bolivia, Ecuador y Nicaragua. De eso se libró el pueblo de Honduras.

También llama la atención que la Organización de Estados Americanos (OEA) haya asumido posiciones tan radicales a sólo horas de haberse producido la sustitución de Manuel Zelaya y armado un revuelo regional y mundial, lleno de sanciones, amenazas, expulsiones y calificativos para los hondureños de vergüenza que defendieron su patria, sin siquiera haber sido escuchados.

¿No parece muy extraño que se tomara todo tipo de medidas coercitivas, incluyendo el bloqueo comercial de las fronteras por parte de Nicaragua, El Salvador y Guatemala sin que se escuchara a los representantes de la mayoría de los hondureños que apoyaron y apoyan la destitución de Zelaya?

¿No es vergonzoso, aún para la poca vergüenza que le queda a la OEA, que Chávez amenazara con invadir militarmente a Honduras para restituir a su discípulo y que, para demostrar que era en serio alertara a sus fuerzas armadas, y la OEA no le diera una contundente respuesta? Esto demuestra que los líderes bolivarianos –a los que ya pertenece Zelaya-, cuando no puedan salirse con la suya mediante elecciones y usos diplomáticos, lo van a tomar por la fuerza de las armas. Y la OEA sigue callada ante estas amenazas que hoy son para Honduras y mañana serán para cualquier otro país que no se pliegue al nuevo imperialismo naciente en Nuestra América.

La inusual diligencia del Secretario General de la OEA José Miguel Insulza ha sido un matiz llamativo de esta crisis. Convocó, habló y se movió por el continente con una eficacia sin igual, preestableciendo que la OEA debía condenar lo que él mismo bautizó como “golpe de estado”, y todo ello sin escuchar las razones de los demás hondureños, sólo las de Zelaya. Algo que pasará a su haber personal como un logro de su carrera en la OEA fue lograr que hasta el gobierno estadounidense pidiera la restitución de Zelaya sin oír la otra parte y saber el deseo de la mayoría de los hondureños.

Es una lástima que nadie haya dicho en la cara al Sr. Insulza que toda su actuación contra el pueblo de Honduras sólo se debe a su admiración por el tirano de Cuba y su más reciente romance político con el tirano de Venezuela y que esas cualidades no solo lo incapacita para ser Secretario General de la OEA –por muy sucia que esta actúe-, sino lo descalifica como ser humano digno de hablar a nombre de los pueblos de Latinoamérica.

Lo que hicieron en las elecciones de Irán fue superlativamente peor que lo que pretenden demostrar que se hizo en Honduras, y ningún país de Latinoamérica se inmutó, ni condenó ni arguyó.

Lo que ocurre cada día en Cuba es peor, porque una pequeña élite gobernante le arrebató a su pueblo los más elementales derechos que deben tener sus ciudadanos, ¡y esto por 50 años! Y la OEA premia al régimen abriendo las puertas a su reingreso. No han tenido en cuenta que el pueblo aplaude y da aparente apoyo al régimen porque “al que no lo haga lo coge la candela”. Las cárceles cubanas están llenas de valientes ciudadanos que van despertando del sopor de la esclavitud y se levantan poco a poco hacia la verdadera libertad, a la definitiva expulsión del régimen del poder. ¡Ya veremos si ese día se levanta un tracatán (adulador y arrastrado) como Insulza a pedir la restitución de Raúl Castro!

En el caso de Honduras ha quedado demostrado que las instituciones jurídicas, políticas y militares del país actuaron conforme a derecho, bajo el amparo del Poder Legislativo y del Poder Judicial; que la Constitución fue aplicada y observada y que el Estado de Derecho fue preservado.

La fórmula que se aplicará para solucionar la situación creada y la definitiva salida del panorama hondureño, de Manuel Zelaya, y el reconocimiento de todos los derechos de ese país en las instituciones regionales y mundiales, que le fueron suspendidos apresuradamente y discriminaron a un país que defendía su democracia y su dignidad, no sabemos cuál será, pero lo que sí tenemos que reconocer desde ahora es que Honduras ha demostrado que América Latina no será presa fácil del nuevo imperio bolivariano organizado por Chávez y asesorado por Castro y que en lo adelante cada país y cada pueblo será más cauteloso, a la hora de dar respaldo a demagogos aprendices de tiranos totalitaristas, detrás de cuyas pieles se esconden oportunistas que sólo pretenden cambiar el collar y que nuestros pueblos sigan siendo los mismos perros.

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