7/17/2009

Dos pilares.

Jose Alberto Alvarez Bravo.

Tras doce años de perfectible desempeño democrático, una aciaga madrugada de 1952 la nación cubana vio morir ese sueño ancestral a manos de un grupo de ambiciosos, aferrados al poder a ultranza.

Según cuentan nuestros mayores, desde que fue conocido el golpe antidemocrático, muchos cubanos se opusieron de formas diversas. No todos se alzaron de hombros ante el artero ataque. La aspiración democrática siempre ha contado con pilares defensivos.

La historia de la traición a la Revolución, a manos de Fidel Castro y sus cómplices, es harto conocida, pero no lo es menos la de los que, a pesar de la brutal represión de quienes se creyeron con derecho a erigirse en amos de la nación, han sostenido, a costa de sufrimientos personales y familiares, el ansia de libertad expresada en el único sentido posible del término: pensar y hablar sin hipocresía.

Y esto precisamente es lo que hace, dentro de Cuba, un nutrido grupo de ciudadanos que no está dispuesto a ver cometer un crimen de lesa patria, y guardar silencio.

Larga sería la lista de quienes sostienen en vilo los sueños democráticos, y la mención de un par de nombres podría lucir de mal gusto. O serlo, realmente. Pero cuando la intención no es ningunear a los no mencionados, las recriminaciones probables carecerían de justeza.

Dos cubanos de la isla mencionaré, como modesto reconocimiento a su sencillez, a su entrega, y al desinterés y seriedad conque se aplican a su labor dentro de la sociedad civil cubana: Wilfredo Vallín Almeida y Osmar Laffita Rojas.

El abuso de poder, sobre todo en el ámbito jurídico, tiene en el Dr. Vallín un permanente freno. El periodismo serio, fundamentado, tiene en Laffita uno de sus mejores exponentes.

Mientras nuestra patria cuente con cubanos a quienes estas líneas reconocen, representativos del segmento que mantiene viva la aspiración democrática, los opresores no podrán considerar cimentada su obra de maldad.

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