6/04/2009

El derrochador culpable

Juan Carlos Reyes, Holguín Press


HOLGUÍN, Cuba, junio (www.cubanet.org
) - ¡Soy un derrochador! He gastado junto a otros ciudadanos 40 mil toneladas de combustible en energía por encima del presupuesto del “generoso estado cubano”. Con un refrigerador y 4 lámparas fluorescentes.

El módulo de dos ollas y el fogón eléctrico no puedo contarlos, pues recuerdo a Fidel Castro cuando decía que con estos artefactos sí íbamos a ahorrar. ¡El pobre, dedicó tantas horas frente a las cámaras de televisión explicando cómo debía cocinarse, guisar frijoles y otros menús! Propio de un cocinero en jefe. Total, para nada, porque cuando lleguen los apagones habrá que cocinar con leña, y tendré que trazar urgentemente un plan de ahorro.

Lo primero será apagar el televisor a la hora pico, es decir, entre las 6 y las 9 de la noche (Mesa Redonda–Noticiero Nacional); luego desconecto el Coco (así llamo cariñosamente a mi refrigerador, porque sólo tiene agua); no pagaré las ollas ni el fogón al banco. Como no voy a utilizarlos ahorro algunos pesos, pero eso sí, los dejaré en un estante visiblemente público como recuerdo de lo que fue una “victoriosa revolución energética”.

No me dejaré influenciar por aquellos mal intencionados que hablan de nuestros dirigentes comunistas. Dicen que andan en sus 3 carros “vacilando” con la cara rosada y el vientre abultadito, las casas y oficinas acondicionadas, y que debían dar el ejemplo, puesto que son los primeros derrochadores y malversadores. No entienden los cubanos criticones que, según el manual, un dirigente comunista necesita 3 carros, 3 casas, 3 mujeres (una oficial y dos querindangas) y así sucesivamente; ya si pasan de tres es corrupción imperdonable o traición.

Los culpables somos los de a pie, derrochadores inconscientes. Por ejemplo, mi vecino se pasa el día escuchando Radio Martí.

-¡Oye, mijito –le digo- que ese radio gasta mucho!

Un amigo conecta el ventilador la noche entera, y tengo que atajarlo:

-Compadre, apágalo, no importa que sudes, a fin de cuentas es un sudor revolucionario, y en las revoluciones se ahorra a costa del sudor del pueblo.

Mi propuesta final es dirigirnos todos los que según ellos derrochamos, en peregrinación socialista, y postrarnos a los pies de los jerarcas, derrochadores justificados, oradores climatizados y otros compañeros gastadores autorizados, y pedir que acaben de llegar los apagones, por mi culpa, por mi culpa, y por mi grandísima culpa.

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