4/16/2009

Moratinos se compara con Obama

Miriam Leiva

LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) - Escuché al Ministro de Relaciones Exteriores de España por Radio Exterior durante su intervención en el Senado el 14 de abril. No sabía cuál de los dos alucinaba, si él refiriéndose a una Cuba que no existe, o yo incapaz de una imaginación tan privilegiada.

Don Moratinos continúa hablando de los cambios que ejecuta el gobierno de La Habana, estimulado por el diálogo que él cree estar llevando a cabo, pero que para mí es un monólogo al son de los cantos de sirenas, con consecuencias tan nefastas como llevar a la Unión Europea a modificar su política hacia Cuba, sin haber propiciado progreso en ningún aspecto fundamental.
Cuando escucho al Ministro, lo recuerdo sonriente arropando a su amigo Felipe Pérez Roque que vociferaba que en Cuba no hay prisioneros de conciencia ni políticos, y que todos son contrarrevolucionarios, mercenarios al servicio de Estados Unidos. No le bastaron paseos y brindis, ni mucho menos haberse equivocado jugando la carta del futuro Presidente de Cuba que veía en el incapaz, servil y falaz homólogo cubano.

En el Senado español pretendió igualar las disposiciones del Presidente Obama del 13 de abril a su clarividencia. Dijo que el diálogo que su España ha establecido, propicia que “continúen las reformas impulsadas por Raúl Castro”. Nadie las conoce, porque el Presidente cubano prometió “reformas estructurales y de conceptos”, que luego en diciembre de 2008, anunció, serían pospuestas.

El Canciller debería informarse, ya que acceder a un móvil, o poder comprar un ordenador y alojarse en un hotel, todo pagado en divisas, que la mayor parte de la población cubana no posee, no sería una novedad en cualquier país civilizado, descontando a Corea del Norte. La entrega de tierras en usufructo llega racionada, como los alimentos. En fin, que el cubano sato (común y corriente) ha perdido la confianza en las promesas incumplidas y la fe en el futuro, pues las carencias y dificultades aumentan. Indudablemente, el gobierno totalitario ha perdido su base política.

El Presidente Barack Obama eliminó las prohibiciones miopes del Sr. Bush, que lesionaban a la familia cubana y daban, al igual que el embargo, combustible al poder absoluto para culpar al enemigo extranjero de todos los males ocasionados por su propia incompetencia administrativa y su voluntarismo. La represión ha sido justificada aprovechando políticas erradas de Estados Unidos, que la sagacidad de Fidel Castro supo utilizar muy bien. Ahora, no sólo se podrán reforzar los vínculos familiares y la ayuda económica, sino que las experiencias narradas por los visitantes demostrarán lo alcanzable con trabajo y tesón en una sociedad abierta.

Los permisos de Obama para las comunicaciones son importantísimos, pues el régimen cubano ha esgrimido que la población no podía tener Internet en sus hogares, ya que los yankee no permitían instalaciones de telecomunicaciones por cable de fibra óptica y por satélites que enlazaran ambos países. Ahora tendrá que buscar otros motivos, al igual que con respecto a otros servicios de telecomunicaciones, radio y televisión por satélites. En definitiva, la explicación real es que las autoridades nos impiden acceder a la información, beneficiarnos de conocimientos, expresarnos y comunicarnos con el mundo libremente.

El pueblo cubano se regocija al conocer las disposiciones de Obama. Su popularidad en Cuba aumenta incesantemente. El Presidente mantiene posiciones de principios sobre la imprescindible liberación de los prisioneros de conciencia y políticos, el derecho de los cubanos a disfrutar de sus derechos, y avanzar en democracia. No plantea precondiciones, pero indudablemente no espera mantener un monólogo. Sus movimientos son justos hacia el pueblo separado artificialmente a ambos lados del Estrecho de Florida. No se trata de concesiones a un gobierno inmovilista; es la disposición a normalizar bilateralmente, sin apuros y con principios.
El Sr. Moratinos no puede pretender engañar a los gobiernos, parlamentos y la opinión pública en general de los 27 países miembros de la Unión Europea. No se puede eliminar la Posición Común de 1996, como pretenden los gobiernos de Cuba y España, por intereses económicos basados en probabilidades oscuras. ¿Dónde están las reformas y los cambios que permitirían seguir cediendo esperanzados por una enigmática realización?

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