El arte es un arma cargada de futuro. Así encabezó el Granma su crónica del lunes sobre la Décima Bienal de La Habana. El título –fácil paráfrasis de lo dicho por Gabriel Celaya de la poesía– es polivalente: vale, en el caso del diario oficial cubano, para los murales dedicados al 50 aniversario de la revolución que medio centenar de artistas pintaron el domingo en la "tribuna antiimperialista" erigida ante la delegación diplomática de EE.UU. en la isla; y vale para las creaciones rebeldes –entre críticas, provocadoras y disidentes– que, cada vez con más desparpajo y menos impedimentos, se van viendo en este país de un tiempo a esta parte; en la Bienal, estos días; en los últimos festivales de cine cubanos y, por supuesto, en manifestaciones fuera de los circuitos establecidos.
Fue digno de ver el entusiasmo con que los espectadores avisados para la ocasión acogieron hace unas semanas, en una pequeña sala del barrio del Vedado, el estreno del último corto del realizador y actor Eduardo del Llano, Tormenta de ideas. Se trata de la sexta de una serie de 10 filmes que desnudan con excelente humor los absurdos y excesos de la burocracia y la censura cubanas. Tormenta... narra el surreal debate del consejo de redacción de un periódico oficialista sobre cómo presentar a los lectores la noticia de la caída de un meteorito en un estadio deportivo durante una competición en la que se bate el récord de salto de altura. El meteorito lleva restos orgánicos, lo que demostraría la existencia de vida fuera del planeta. Mueren cien personas. Y un enano salva heroicamente a un herido.
Salvo para el único periodista sensato del cónclave –llamado Nicanor y cuyo actor (Luis Alberto García) encarna personajes insumisos en toda la serie–, ni las características del meteorito ni los cien muertos parecen noticias a destacar al día siguiente. En la discusión, conducida por el director Rojas (Jorge Perugorría), uno apuesta por titular con el récord; otro, con la gesta del enano, y un tercero con las medidas del cráter. El más entregado advierte contra las "versiones libres" de la prensa extranjera, frente a la "posición oficial" que brindará el diario. Al final suena el teléfono. "¡Ordene!", acata Rojas al levantar el aparato. El interlocutor le comunica la decisión definitiva sobre el titular de primera plana, alejado de las apuestas de los jefecillos reunidos: el periódico saldrá a tope con la victoria de la capital en la "emulación" o concurso de mejores puertos del país. Del Llano ya había triunfado cinco años antes con Monte Rouge, otro filme de la serie en que dos miembros de la Seguridad del Estado, "Rodríguez y acá el compañero Segura", acuden a casa del siempre anonadado Nicanor "a instalarle los micrófonos". Los policías le explican que, a raíz de las quejas del público por el modo "subrepticio" en que esta operación se hacía, la nueva orden es "dar la cara". Aclarado este punto, la búsqueda del rincón idóneo para colocar los aparatos (al final, en el baño) sirve de hilo para una sátira sin concesiones.
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