Bien podría decirse que Cuba es el país de las injusticias institucionalizadas. Allí nadie es dueño de su casa, aunque la haya adquirido antes del castrismo; no puedes venderla, regalarla o negociarla. Si te vas del país le queda con todo lo que tiene dentro al gobierno para que este disponga de ella para usarla en lo que quiera.
Los hijos tienen que estudiar en las escuelas que les toca y pasan la mayor parte de su vida adoctrinados fuera de la influencia familiar. También tienen que estudiar las carreras que les toca, con muy pocas opciones de escoger.
Esto no es, no obstante, lo peor. Lo más terrible de estos 50 años de oprobiosa tiranía es la manera en que se ha denigrado al cubano, a su trabajo creador, a su honra y orgullo y se han engañado a muchas generaciones que han nacido y crecido como animales en su potrero, sin otra opción que comer lo que le dan, saber lo que le enseñan, creer en lo que le ministran y adorar a Nabucodonosor en una variante de Babilonia entre palmeras, playas y cañaverales.
Muchos de los mejores hijos de nuestra Patria han muerto en países extraños, bajo otras banderas, mercenarios espurios bajo las órdenes de un Comandante loco, prepotente e imperialista -¡qué paradoja!-, pero con el disfraz de “combatientes internacionalistas”. Pareciera burla, pero es demasiado doloroso para las familias enlutadas que no han tenido ni siquiera la oportunidad de exigir cuentas a aquellos que como Capitán Araña han enviado a sus hijos, esposos y hermanos a la muerte sólo por conseguir extender el poder de sus concepciones y cumplir sus pactos militares con sus sostenedores. Lo más denigrante ha sido encubrir estas vilezas con la bandera y el lema del “sacrificio por los ideales de la Patria y la Revolución Socialista.”
Yo tengo una enorme carga en mi alma por haber comprendido que esto no es nada nuevo, ni siquiera noticia interesante, sólo que es algo que hemos vivido y sufrido todos los cubanos; pero la tristeza se refiere a que no muchos lo saben a ciencia cierta, nunca han podido hablarlo, a veces ni pensarlo y las más jóvenes generaciones sienten una extraña rebeldía que no saben cómo encausar y siguen siendo víctimas de las promesas nunca cumplidas, de la manipulación de la verdad, de la desinformación y el aislamiento del resto del mundo. Lo irónico es que a veces están dispuestos a dar sus vidas por algo que ni realmente entienden y que son, en definitiva, intereses del grupo omnipotente que desgobierna a Cuba por más de 50 años como si fuera su finca particular y los cubanos su ganado. ¡Duele!
No existe sobre la tierra –y Dios quiera que nunca más exista-, un sistema concebido con tanta perfección para mantener maniatado y doblegado a un pueblo bajo el temor, la amenaza, el engaño y la publicidad manipulada más perfecta de la Era Moderna.
Se habla fuera de Cuba en muchos medios políticos, profesionales, académicos y sociales en general, de los logros de Cuba. Los que así piensan vayan a vivir a Cuba un año, pero no como turistas amparados por sus derechos –que los cubanos no tienen- y por su dinero, del cual también carecen. Vivan en las casas, en los barrios humildes que no salen en la programación de CUBAVISIÓN INTERNACIONAL y se asombrarán de lo que van a experimentar. Les prometo que algunos se van a sentir como verdaderos descubridores de un mundo subterráneo, de una subeconomía de la que no existen estadísticas, de un mercado negro fuera de toda regla y que sólo se rige por la sobrevivencia y con el único pensamiento de “resolver para comer cada día”, como el mejor logro de cada familia.
Allí se aprende que la doble moral no es una actitud de hipocresía, sino la única manera de poder subsistir, algo que ya casi viene en la codificación genética del cubano actual, por terrible y grotesco que parezca.
Sólo de esa manera aprendería el mundo porqué de la prostitución juvenil generalizada, que es incontrolada e incontrolable, porque ya es una manera de vivir en Cuba. Es muy doloroso ver como los extranjeros sin escrúpulos pululan por las ciudades de la isla aprovechándose de la pobreza de las jóvenes y deslumbrándolas con baratijas, con alimentos, con ropas baratas, artículos de aseo personal y unos dólares, para comprar sus cuerpos y condenar sus almas. Hasta se comenta en ese “turismo que es el más numeroso en Cuba”, que las prostitutas cubanas son las más jóvenes, bellas, cultas y sobre todo baratas del mundo. Desgraciadamente estas muchachas se han convertido en las que aportan la subsistencia a numerosas familias en nuestra Patria y hasta son más estimadas en ellas.
La prostitución de jóvenes de ambos sexos se ha extendido de manera que ya no se puede apreciar donde está el límite y hoy las prostitutas van a la caza de maridos extranjeros para lograr salir de Cuba y dejar sus vidas de “quincalleras baratas” y ayudar más a sus familiares desde una mejor posición económica.
Es cierto que una parte de la población tiene mejores opciones: son aquellos que pese a las limitaciones, al embargo, etc. reciben remesas en dinero de los EE.UU. y algunas visitas de familiares que les ayudan a pasarla mejor.
Hoy Raúl Castro está tratando de tranquilizar el “ambiente en candela” que su hermano le heredó y por eso comenzó con un looking más moderado, pero el sistema no admite arreglos y ya comenzó a sacar las uñas: quitarse a los competidores de su propia cofradía, nada de cambios ni de exigencias de la Unión Europea, esperando el ablandamiento de las restricciones norteamericanas prometidas por Obama, las que si se concretan serán presentadas al pueblo de Cuba como “el logro de la heroicidad y la tenaz resistencia del pueblo ante el bloqueo y el aislamiento imperialista a la Cuba Socialista”, lo que en mi pueblo significa algo así como “anotarse un punto a costa de los gringos”.
Pero el verdadero programa de gobierno de Cuba en las actuales coyunturas es consolidar su matrimonio con el chavismo venezolano para garantizar la manutención al sistema y las negociaciones con Rusia para ser el gendarme en la región de un sistema que se militariza de nuevo a pasos agigantados; “todo negocio limpio y con amplia ganancia” y mientras, el pueblo tendrá que seguir echándole la culpa al pobre Libertador de América Simón Bolívar y desempolvando los manuales de ruso para recordar el idioma en el que volverá a decir “tabarich” a los militares que volverán a nuestra bella isla, para amenazar a los vecinos y controlar y ayudar al naciente “socialismo del Siglo XXI”.
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