Al parecer el gobierno cubano está elaborando la versión definitiva sobre los bruscos cambios realizados el pasado 2 de marzo con algunos de sus más importantes ejecutivos, removidos bajo el anuncio de Raúl de buscar un gobierno “más eficiente” y “menos burocrático”. Entre los más connotados de los separados del poder se encuentran el Vicepresidente Carlos Lage y el Ministro de Relaciones Exteriores Felipe Pérez Roque. Ambos son los prototipos representativos de dos generaciones de cubanos, de las criadas bajo el sistema, que se consideran herederas del poder, cuando falten los Castro.
Al respecto el ex omnipresidente cubano Fidel Castro dijo, sin citarlos que “la miel del poder, por el cual no conocieron sacrificio alguno, despertó en ellos ambiciones que los condujeron a un papel indigno” y que “el enemigo externo se llenó de ilusiones con ellos”.
Las evidentes contradicciones entre lo expresado por el recién estrenado Presidente y el trasnochado cacique, además del hermético silencio sobre las particularidades de los cambios por parte de otros funcionarios, han hecho poner a trabajar rápidamente a la maquinaria de información mediática del sistema, para buscar una versión definitiva que sea menos contradictoria y que convenza más y manipule –como otras veces-, tanto a la opinión pública nacional como al resto del mundo.
Esta vez ha sido el Ministro de Cultura Abel Prieto el que ha comenzado a enseñar la punta del hilo de la madeja que el régimen pretende desenredar sin muchas consecuencias por el tamaño del cuento. Sobre estos dos funcionarios destituidos, el Ministro Prieto expresó públicamente que “son compañeros que mantienen su condición de militantes del Partido (Comunista de Cuba)” y “personas que reconocieron los errores que cometieron “. Esto contradice lo dicho por Fidel en uno de sus Cuentos de Tía Tata –léase Reflexiones-, y hace “más espeso el potaje”.
De una lectura simple podríamos deducir que si no se sacrificaban, disfrutaban del poder, estaban llenos de ambiciones y eran indignos (como escribió Fidel) y ahora declara el señor Abel Prieto que mantienen su condición de militantes del Partido, podemos entender que esas condiciones son aceptables y hasta puede que comunes en el seno del Partido que desgobierna Cuba, o que están tratando de tapar el sol con un dedo, o que no se ponen de acuerdo para seguir el mismo libreto o lo que parece ser peor: que los cubanos seguimos siendo bobos que se chupan el dedo.
El señor Ministro de Cultura, en su desfachatez también ha expresado que estas sustituciones son “absolutamente legítimas y que no hay por qué cuestionar” y que alrededor de ellas “se han creado muchas especulaciones, algunas verdaderamente delirantes”. En lo único en que está claro entre líneas es en que, tampoco con Raúl de Presidente, al pueblo se le estará permitido pensar y mucho menos decidir.
Parece que Prieto y otros que de seguro le seguirán en estas versiones novelescas de los “cambios en Cuba”, piensan que el pueblo cubano hoy es el mismo de octubre de 1967, fecha del inicio del llamado Proceso contra la "Microfracción", término con que el castrismo bautizó las expresiones críticas y reformistas de un sector de la propia izquierda cubana a su proyecto comunista. Durante el mismo fueron encarcelados decenas de disidentes y antiguos militantes del Partido Socialista Popular (PSP, comunista), en el mismo año 1967.
En aquel evento dado en la década del sesenta muchos de los propios revolucionarios creían que era posible consolidar espacios alternativos en el escenario político nacional para eliminar las “deficiencias de la praxis del sistema, dentro del propio sistema”. El descontento y la crítica crecientes, así como la propia ingenuidad de los participantes en el movimiento, les hicieron creer que era factible, desde el poder mismo, una rectificación del rumbo de la Revolución. Pero la maquinaria de poder de los Castro reaccionó, no dejando “títere con cabeza”. Algunos de los líderes de aquel movimiento aún están vivos. Todos fueron encarcelados, destituidos y reprimidos. No hubo mucha publicidad pero quedó claro que los únicos cambios que podría haber en Cuba eran los realizados por los Castro.
Hoy pareciera que el tirano teme a otro movimiento similar, desde el interior de la cúpula del gobierno y que ahora no sería “Microfracción” sino “Macrofracción”, porque la mayoría del pueblo quiere cambios reales. Por eso se apresuraron a “cortar cabezas” para no dar chance a nada.
Pero sí hay diferencias entre ambos tiempos históricos, el pueblo no es el mismo, ha descubierto la verdadera cara del comunismo en versión cubana y de alguna manera siente que los verdaderos cambios que anhela y necesita no van a venir del régimen de Raúl, como no llegaron del de Fidel.
Pese a la represión que vive Cuba, la verdad se va abriendo paso y, por mucha comedia que se monte con actores mediocres como el señor Ministro de Cultura y otros que irán saliendo a escena, hoy el pueblo sabe que los cambios sólo vendrán de una verdadera concertación nacional, de los espacios que tratan de abrir muchos cubanos dentro y fuera, para llegar a una reconciliación nacional separada del régimen, que no tiene moral, vergüenza ni pudor en seguir hablando a nombre de la Patria, aves de rapiña disfrazadas de palomas, como el señor Ministro de Cultura Abel Prieto.
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