3/22/2009

ACOSADO (DENUNCIA TESTIMONIO)

2009-03-22.
Julio Romero Muñoz, Periodista Independiente
(www.miscelaneasdecuba.net).- Día 17 de marzo 7.30 am, me dirijo con mi esposa a encontrarnos con Alejandro Cabrera Cruz, el cual debía comparecer al Centro de Instrucción Policial de la Policía Nacional Revolucionaria, según una citación recibida el día anterior.

En la nota improvisada en un papel en blanco que ni pretendía simular las tradicionales citaciones oficiales se podía leer tal advertencia: “si no comparece será procesado por los tribunales”. El carácter amenazante de dicha citación nos movió a preocuparnos a los miembros del Comité Ciudadano Contra los Malos Tratos, del cual Alejandro es Vicecoordinador y Miembro Fundador.

Esa era la razón por la cual mi esposa y yo decidimos acompañarle para estar al tanto de lo que le sucediera, además de que es un principio establecido por la organización. En el lugar mencionado, Cabrera Cruz fue tratado irrespetuosamente por los oficiales a cargos, quienes no solo se ilimitaron a ofenderle y amenazarle sino que también le acusaban de poseer una fábrica de helados clandestina (algo muy risible).

Nos marchamos del lugar con Alejandro y su mente preocupada ante las posibilidades que se visualiza de ser procesado bajo la arbitraria Ley de Peligrosidad Social Predelictiva, muy usada por las autoridades cubanas para llevar a prisión a los disidentes u opositores pacíficos, ya que una de las bases de criterio forjado por el régimen es el calificativo de antisocial para todos aquellos que disientan del Gobierno, o simplemente y más increíble a aquellos que promuevan los derechos humanos.

3 PM, más calmados conociendo que Alejandro no había quedado detenido, mi esposa y yo nos apresuramos a preparar un planificado viaje a la Habana, que, aprovechando la ocasión de que ella se hallase de vacaciones, dispusimos efectuarlo en ese día para que coincidiera con unas citas en sedes diplomáticas donde canalizaría algunas cuestiones concernientes el recién concluido Examen Periódico Universal y otros temas de carácter cultural.

Al pasar una hora de los preparativos hacíamos entrada a la Terminal de Ómnibus Nacionales, en el interior del pequeño e incómodo recinto más de un centenar de personas que como de costumbre, agotan horas sorteando la posibilidad de alcanzar un turno de lista de fallos de pasajeros para trasladarse hacia otra localidad del país. En eso estaba yo precisamente cuando un auto patrullero hace entrada rápida al aparcamiento.

Mi esposa permanecía sentada cuando un oficial uniformado de la Policía se dirige a ella, conjuntamente a este poli un ciudadano muy conocido por la oposición pacífica y que se hace llamar Capitán Villa la invitaba a que le acompañase al tiempo en que a unos cinco metros de distancia me señala que me acercase a ellos. Así lo hice evitando un irónico saludo del policía uniformado que daba apariencia de una formalidad admirable.

El nombrado Omar Villa me pide los documentos de identidad que traía en mis manos para los pasajes y junto a mi esposa fui conminado a entrar en el auto patrullero. Nos condujeron a la tercera unidad cita en carretera central oriente, reparto Julio Antonio Mella, donde habíamos estado en la mañana preocupados por la situación de Alejandro.

Válgame decir de paso que en este lugar se instruyen a personas por delitos y crímenes antes de ser llevados a prisión. Al bajarme del auto me piden separar mis pertenecías de las de mi esposa, ya que según el nombrado Villa ella sería conducida a la segunda unidad, propicia manera de interrogarnos individualmente y otras manipulaciones denominadas por ellos como profesionales para no admitir el calificativo de represión

La verdad es que la Policía Política no admitiría que viajásemos a La Habana. Según ellos la fecha era muy significativa, al parecer están aceptando en su conciencia lo histórico y triste de lo que fue la ola represiva un 18 de marzo del 2003, coincidencia total en cuanto a las intenciones de mi viaje ya que no era de mi elección escoger aquel día para viajar, pues sería el del Quinto aniversario de la fundación del Movimiento Solidario Expresión Libre, organización que coordino desde su creación.

Con palabras persuasivas me informan que no “debo” viajar a La Habana, así no mas, como si se tratase de decir a un niño que no saldría de casa hasta que no se le antoje al padre. De esa manera y entre el bla, bla, bla, pasó el tiempo preciso como para atrasar cualquier posibilidad de viaje.


Admito que la ira se apoderaba de mi interior ante tanta prepotencia y falta de respeto manifiesto por parte de quienes también demuestran cierto temor a las libertades del ciudadano. Me imaginaba a mi esposa en una unidad policial detenida sin cometer crimen alguno, pero el orgullo de saberla fiel me tranquilizaba. Nada deseaba más que me acabasen de conducir a donde ellos quisieran, si era posible hasta una de esas mazmorras donde se consumen otros humanos de sacrificios por los derechos de todos.

El Mayor Boris, Jefe de Enfrentamiento a la oposición pacífica, junto al ciudadano Villa, pretendían que yo desistiera de mi viaje por mi propia voluntad e inducido por ellos, algo que no lograron conseguir en confesión de mis labios; entonces comenzó la casería.

7pm: me informan que puedo retirarme haciéndome saber que no lograría viajar. Una hora después me entero por una llamada telefónica al fin, que mi esposa había sido liberada unos minutos antes de que lo hicieran conmigo. Al tiempo de dejar atrás el área del centro policial un sujeto en bicicleta BMX color amarillo, camiseta y gorra con visera hacia atrás da comienzo a una aférrima persecución.

Alarmado pensé que se trataba de un común delincuente a juzgar por su aspecto y su descarado y misterioso perseguir. Para cerciorarme de que no cometía el error de enjuiciar a alguien precipitadamente, hice varios recorridos variando los caminos y atravesando tramos con barreras arquitectónicas confirmando de este modo que el teledirigido sabueso con efectividad andaba surcando mis huellas. De este modo llegué a la calle Domingo Puentes, No. 173-A, a la casa de Nereyda Pérez y Jesús Álvarez, ambos miembros de la organización MOSEL para dejar notificado lo que acontecía previendo otras novedades inimaginadas en el resto del camino.

Allí nos dimos cuenta que se trataba de un improvisado auxiliar de la Policía o chivato como se les conoce ya que el mismo al notar su descartamiento se comunicó con algún puesto de mando usando un equipo de comunicación inalámbrico que portaba en una cartuchera cruzada en la parte frontal de su cuerpo.

Decidido a retirarme escucho la voz de Nereyda señalándome que regrese muy preocupada pues dos sujetos nuevos se sumaban al primero y se decidían a efectuar un cerco tras de mi en un callejón rodeado de malla metálica. Uno de ellos portaba en su mano un objeto irreconocible bajo la envoltura de un nylon negro.

Indignado y dispuesto a lo que ocurriese decidí tomar un bicitaxi manifestándole al sujeto de la visera que había informado vía telefónica a otras personas de la situación. Este me respondió con una cínica y vulgar palabra y emprendió su recorrido tras de mi hasta el Rpto. Floirán Quirós, donde reside mi madre, cambiando mi vestuario y agregando a él una gorra de viseras larga y en compañía de un pariente pude llegar disimuladamente hasta la casa de mi esposa Damaris Figueredo Ramírez, lugar donde vivo actualmente; no sin antes encontrarme en el camino del fondo otro sujeto acechando en la oscuridad, la cual me valió para despistarlo si este tomaba como referencia las señas de mi vestir y el bulto de la mochila de viaje que aprovechando guardé en casa de mi madre.

Estaba convencido que mi derecho a circular libremente fue y sería mancillado sin apelación, cualquier intento de retomar el viaje sería vano. Esto y la posibilidad de llegar tardíamente a mi destino agregado al malestar del disgusto provocado en mí, me hicieron tomar la decisión de desistir del intento.

Amanece el día 18 de marzo con un matiz gris típico de invierno, como un día de tristeza que me recordaba un aniversario más de la ola represiva llevada a cabo por la dictadura castrista en marzo del 2003, hecho que trascendió en la historia de esta triste Cuba y que se rememora como La Primavera Negra”.

6 años se cumplen hoy desde que 75 disidentes pacíficos fueran condenados a largas penas de sufrimiento en las mazmorras comunistas. Entre estas víctimas más de una veintena de periodistas independientes. Son las 7:30 am cuando Nereyda toca mi puerta preocupada por ver que tras mi partida la noche anterior los sabuesos siguieron mis pasos.

Pasada una hora me dirijo con mi conyugue al punto de venta del gas para cocinar y ¡vaya sorpresa! Allí al lado del camino el mismo sujeto con aspecto modificado y sin visera esperaba para reanudar el acoso provocativo. Su cara de marioneta prestada no podía enmascararse en un bajón de vista al suelo, agregando que el descubierto equipo de comunicación en la estuchera abierta delataba su identificación.

Lo señalé indicando a mi compañera de quien se trataba, me contestó: "Sí, soy yo mismo." Le dije: "No importa me declaro hombre libre." Desde ese mismo instante y hasta las tres de la tarde continuó detrás de nosotros aún cuando llevamos a la hija de mi esposa Dianelis (menor de edad) hasta su escuela por prevenir que fuese molestada en el camino. En el trayecto entramos a un establecimiento gastronómico para que la niña almorzara antes de ingresar al colegio.

La desfachatez y el descaro de estos sicarios se hizo más repudiable pues no se limitaron para mantener un cerco en el lugar cual si fuésemos una familia de mafiosos. Ya para ese entonces sumaban cuatro los esbirros acosadores. Nos siguieron a todas partes a cada sitio que entramos.

Yo indignado de tanta humillación me acerqué a uno de ellos exigiéndole el teléfono de un superior para demandar mis quejas. Este vulgar ciudadano ligado a la Policía Política me contestó en tono agresivo, provocador y repudiable, lo que interpreté como un gancho tramposo para crearme un conflicto público.

Dejamos a la niña ya cerca de la escuela, en tanto la cuadrilla de sabuesos nos pisaba los talones. Recordé el filme El gran hermano, basado en la idea de George Orwell y en un programa famoso de algunos países donde la trama es perseguir a equis persona con una cámara de filmar las 24 horas del día y por tantos días sea posible.

Esto que les cuento no es una obra ficticia ni teatral ni cinematográfica; es la penosa verdad que me ha tocado vivir como precio impuesto a un ciudadano cubano por andar involucrado en esas cosas de promover justicia y derechos humanos en forma pacífica e independiente cuando vive en una nación desgobernada por autócratas que dictan desde el pedestal de la soberbia y la prepotencia totalitaria.

Mi nombre es Julio Romero Muñoz. Soy un ciudadano cubano, vivo en Camagüey en un reparto llamado Floirán Quirós. Para que no quepa duda a quien no imagine estas cosas y para ser más preciso en la calle Transversal, No. 218. entre 3ra. y cuarta, con carné de identidad No. 70072616920.

Me declaro contra los malos tratos y actos de impunidades y a favor de las libertades fundamentales del hombre y el respeto a su dignidad plena.

No hay comentarios:

Links







Abrir en una nueva ventana

.

.

FIRMA