Casi medio siglo de imperio de las bellas palabras, de invocación de los estímulos morales y materiales (que nunca fueron demasiado estimulantes), de lucha frontal contra el dinero, van dejando espacio a un realismo (socialista) en el que se le pide a la gente que trabaje no solo porque el trabajo engrandece al hombre y lo justifica como ser social, sino porque si trabaja más y mejor, podrá tener más dinero.
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