4/04/2008

Cuba... ¿libre?


ABC.es - Desde la guerra de los Mambises hasta estas fechas ha sido fuente de noticias de todo tipo y a la vez semillas de mil leyendas urbanas.

La mafia italiana asociada con Batista colocó un farolillo rojo a modo de club para que el resto del planeta se sirviese a su antojo.

Los casinos en la isla atraían a un personal ansioso de juego ruletero acompañado de otro placer natural, el sexo. Combinación explosiva que junto a un buen puñado de dólares, hacía posible los gustos mas dispares. Había dinero y negocios, dicen.

Pero llegó el comandante y ordenó parar.

La Cuba de Castro, junto a los rusos, siguió siendo la misma. Sin apagar el farolillo rojo los cubanos fueron privados de muchos derechos.

Me cuenta mi confidente «Amilito» un caso que quiero contarles en este rincón de palabras. Resulta que a la isla llegó un jubilado español deseoso de volver a casarse. Y en Cuba encontró nativa de buen ver. Pero claro, como la casada casa quiere, nada mejor que construir ese nuevo hogar en tierras de nadie y que a la vez lo son de todo el pueblo.

Así, bajo el control puntual de los «agentes del gobierno» terminaron la casita. Todo iba a las mil maravillas. Mulata y viudo se las prometían felices con el deseo de comer perdices, hasta que finalizada la construcción...Llegó el comandante y lo mandó marchar.

«Señor, esta casa es del pueblo». «Gracias por su colaboración», le dijeron a la vez que lo ponían de patitas en el aeropuerto con un sello en su pasaporte donde le quedaba claro que nunca más podría volver a Cuba.

De esta forma el viudo español, se quedó sin novia, sin casa, con menos ahorros, pero eso si arrastrando un heredado acento cubano, tarareando aquello de....Cuando salí de Cuba, perdí mi casa...perdí mi dinero...perdí mi amolllll.

Ahora dicen que el relevo en el poder abre nuevas vías de inversión. Según Víctor Moro, presidente de la Asociación de Empresario Españoles en Cuba «los cambios sociales y económicos que se están produciendo actualmente en la isla abren importantes expectativas de inversión para los españoles».

Busco tiempo en mi agenda para mantener una charla con Víctor, aunque tan sólo sirva para recordar aquellos calurosos veranos en el «Peleteiro» de Santiago, junto al poderoso y temido Don Antonio, sobrino de la directora y que se comía a los internos con los ojos.

Aunque dicho sea de paso, tanto a Víctor como a un servidor, su mirada amenazadora nos la traía al pairo, ya que ambos teníamos padrino y ya saben el refrán.

Dicho esto, digo y termino que a Cuba no iré hasta que me devuelvan lo que es mío. Pero ustedes...vayan y después me cuentan.

gasparbarron@madridnoticias.es

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