2/23/2008

Y el ganador es…

Diario Las Americas
Publicado el 02-23-2008

Por Pablo Alfonso

Este es un domingo de premios. Hollywood entrega las estatuillas doradas a los más destacados en el mundo del espectáculo fílmico estadounidenses. Es la noche de los Oscars que cada año esperan con deleite los amantes del séptimo arte.

En La Habana será también una jornada de premios; y aunque nada tienen que ver con el cine, tiene mucho de espectáculo: La Asamblea Nacional del Poder Popular elige un nuevo gobierno. Serán 31 elegidos los que recibirán el premio de formar parte del Consejo de Estado. El premio mayor: El presidente.

Dicho así, sin mayores explicaciones, parecería que el asunto no tiene nada de extraordinario. Para los que asisten al espectáculo, sentados en sus butacas, o con la proximidad que posibilita el ciberespacio, será la culminación de un evento normal. Algo común que vemos repetirse con periodicidad en los países que respetan y practican la representatividad democrática. Un Parlamento que se renueva y un Gobierno que se estrena.

Sucede que no es así. No es tan sencillo, como lo interpretan los que se dedican de oficio a analizar el arte de la política internacional y los que tienen como profesión el arte de comunicar y difundir las noticias en el mundo.

Los cubanos que soportamos el castrismo hace medio siglo lo entendemos diferente. Sabemos que es diferente. Podemos y tenemos visiones diversas del acontecimiento, pero todos –en mayor o menor grado-, estamos conscientes que la elección de un nuevo gobierno, del nuevo Consejo de Estado, que se anunciará este domingo en La Habana, es un espectáculo.

El guión que se pondrá en escena este domingo tiene un nombre: La sucesión de poderes. Comenzó a escribirse el 31 de julio de 2006. Cuando el dictador cubano Fidel Castro despertó moribundo de la cirugía abdominal que le practicaron tres días antes.

El primer acto fue la transferencia provisional de poderes que distribuyó Castro. Luego tocó el turno a los provisionales. Se puso en marcha la actuación en si misma. La novela siguió su curso. En su desarrollo hemos visto guiños para que el viejo y anquilosado diferendo entre la dictadura cubana y el gobierno (debo decir, en pura objetividad: los sucesivos gobiernos) de Estados Unidos, reconciliaran las diferencias que nacieron en la década del 60.

Hay que decir, en honor al reconocimiento, que el general Raúl Castro, en su papel de actor principal, se ha ajustado con fidelidad y sin excesos, al guión de la sucesión. Algunos sucesos más destacado

han sido los de anunciar “reformas estructurales” en el sistema; mejorar la imagen internacional de la dictadura y darle más relevancia a los actores de reparto. Por supuesto que, como en toda buena novela, no ha faltado el suspenso. A lo largo de estos casi 19 meses, el viejo dictador se ha asomado al escenario una que otra vez, acaparando la atención mediática. Sin revelar a las claras su papel, pero dejando constancia de su presencia omnisciente en la obra.

El pasado martes a Castro le tocó su turno como actor magistral. Anunciar una enfática renuncia a la reelección como presidente del próximo Consejo de Estado. Hombre mediático por excelencia, manipulador brillante de los medios de comunicación, abrió la caja de las hipótesis y especulaciones que le dieron la vuelta al mundo de la noticia y colmó los correos electrónicos –simples y cifrados- de decenas de cancillerías.

¡No todos los días se produce la renuncia al poder de un dictador de medio siglo! Ahora asistimos a uno de los episodios culminantes de esta novela. Subrayo lo de “uno”, porque estoy segurísimo, de que todavía queda tiempo para el último episodio.

Todo está listo en La Habana para la puesta en escena de este interesante capítulo. El guión sigue su curso. El diseño se ajusta con precisión al cronograma elaborado para el rodaje: La dictadura controla, con orden, el traspaso del poder formal a los sucesores del dictador, autodespojado de su presidencia, su premierato y su título de Comandante en Jefe.


Lamento decepcionar a mis lectores si esperaban que ofreciera algunas predicciones sobre, el papel asignado a los conocidos actores de reparto. Es mejor esperar algunas horas para conocerlos de manera oficial. Voy a hacer caso, esta vez, al consejo evangélico de Jesús a sus discípulos: “Sean sencillos como palomas y prudentes como serpientes”.

Creo que lo importante es no perder de vista que, cualquiera que sea el desarrollo del guión, se trata sencillamente de una actuación. La realidad descansa en otra dimensión, que no tiene nada que ver con la ficción a la que asistimos. La realidad descansa en el poder real y el poder real en Cuba, no está en la caricatura de sus institucionales formales.

El poder real en los regímenes que no se sustentan en el derecho, está en la fuerza. El poder en Cuba sigue sustentado en la fuerza de la represión política que se apoya en las armas. Esas, las controla todavía el actor principal.


De cualquier forma es interesante asistir al espectáculo. Estoy seguro que lo vamos a disfrutar más serenos si, utilizando el lenguaje de la transculturación, decimos: ¡Luces, cámara, acción! Y mejor aún: ¡Rueda videotape!

pabloalfonso@comcast.net

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