2/13/2008

La otra disidencia


Diario Las Americas
Publicado el 02-09-2008

Por Pablo Alfonso

Es un buen momento para hablar de la disidencia. Un fenómeno político que pugna por abrir espacios en la enclaustrada sociedad cubana.

No voy a referirme, sin embargo, a la disidencia conocida en la prensa internacional y en círculos más reducidos dentro de Cuba. Este comentario no está dirigido a los disidentes conocidos, a esos que desde hace ya tiempo reclaman, con gestos concretos y declaraciones públicas, respeto para los derechos humanos y cambios políticos en la isla.

De esa disidencia se habla todos los días y no hay nada malo con eso, todo lo contrario.

La otra disidencia, de la cual quiero hablar, no hace olas en los medios internacionales de prensa, no escribe declaraciones públicas, no tiene representantes en el exterior, no se reúne en La Habana con diplomáticos extranjeros ni con políticos que visitan la isla.

La otra disidencia a la que me refiero no busca nada de lo anterior. No está organizada y es casi seguro que tampoco le interesa organizarse. Es posible, incluso, que sus disidencias con el discurso y la política oficial del régimen ni siquiera apunten al cambio democrático.

Quizás podría decirse que se trata de una disidencia existencial. Sus orígenes, expresiones y búsquedas tienen que ver con la existencia misma. Con la vida cotidiana bajo la dictadura totalitaria que asfixia a Cuba desde hace medio siglo.

En las últimas semanas han llegado algunas noticias sobre esa otra disidencia. ¿Quiénes son esos otros disidentes? Por el momento un espectro representativo de la sociedad cubana. Campesinos, trabajadores, estudiantes, profesionales, intelectuales. ¿Alguien quiere más?

Campesinos y cooperativistas agrícolas que disienten, porque ya no soportan más las trabas que les impone el monopolio estatal de Acopio, que compra a bajos precios sus cosechas y mal distribuye sus productos en el mercado. Ellos defienden a los llamados “intermediarios” que el régimen rechaza. Reclaman, con buen tino, que alguien tiene que hacerse cargo de comercializar su producción. Es imposible, dicen, prescindir de esos intermediarios que prestan un servicio, por el cual, como es lógico, reciben una ganancia. Sucede, claro, que el concepto, choca de frente con la ideología del régimen…y ahí mismo se traban las soluciones.

Trabajadores que protestan por los bajos salarios, que disienten de la dualidad monetaria. Ellos aspiran a que el salario que devengan en la soberana moneda nacional recupere el valor que le usurpa un “peso convertible” para privilegiados.

Hay voces disidentes de empleados en empresas extranjeras que retan a los funcionarios oficiales, encargados de hacer cumplir disposiciones impositivas, para grabar las gratificaciones de sus empleadores. Alegan que ya es bastante que el Estado les castre sus salarios en divisas, y lo convierta en una moneda nacional, muy soberana, pero casi inútil para pagar con ella, lo que una vida materialmente decorosa implica.

Los estudiantes que disienten se preguntan por qué tienen que obedecer las consignas oficiales como si fueran ovejas dirigidas por un viejo pastor, que utiliza en sus últimos días a los perros para controlar el rebaño. Estas jóvenes voces disidentes se expresan con las mismas claves que heredadas de sus mayores. Reclaman el derecho a viajar libremente por el mundo, “para conocer, por ejemplo, el lugar donde murió el Che Guevara”. Un reclamo que puede ocultar una buena dosis de cinismo, pero que se ajusta a las reglas del juego oficial.

Los jóvenes, siempre más audaces, quieren que se abran para todos la posibilidad de disfrutar de los hoteles y centro turísticos reservados para los extranjeros que pagan en divisas. Ellos quieren que sus pesos convertibles, cuando los tengan, le otorguen el mismo derecho que disfrutan los extranjeros.

Los profesionales y los intelectuales disienten de la discriminación por motivos políticos, religiosos y tendencias sexuales de cada uno. Reclaman una política cultural que esté más allá de cualquier coyuntura y de la ejecución arbitraria de funcionarios de ocasión.

Esa otra disidencia está reclamando espacios en toda la sociedad. Quizás sin proponérselo del todo, está desenterrando las raíces marchitas del castrismo.

Los profesionales de la política del régimen se quedan sin respuesta ante los cuestionamientos que afloran en las asambleas públicas. La acostumbrada docilidad del rebaño, el habitual lamento de las ovejas, se ha transformado, de pronto, en un rumor todavía indescifrable, pero tan fuerte, que alarma a los cancerberos del régimen.

Después de medio siglo Cuba comienza a vivir su más importante momento político de cambio. Hay que poner atención a esa otra disidencia. Sería bueno atender y escuchar sus voces para conocer lo que reclaman, no para manipular ni “reorientar” sus exigencias.

pabloalfonso@comcast.net

1 comentario:

Unknown dijo...

Buen analisis, la otra disidencia, la que realmente decide

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