Los ministerios de Cultura e Interior se unen para mostrar las 'bondades' del sistema penitenciario.
Silvio Rodríguez, durante una actuación en México en 2005. (AP)
Se movilizan los más altos comisarios políticos y de tortura en la Isla. En su bregar "arrastran" a funcionarios de los ministerios del Interior y Cultura (binomio que se va haciendo perfecto) y a algunas de las ovejas menos descarriadas del rebaño. Por estos días se hace realidad el viejo anhelo de Fidel Castro de mostrar al mundo "el paisaje de humanismo que reina en las cárceles cubanas".
El principal punto visible de esta campaña es el cantante Silvio Rodríguez, quien, desde la caricatura de Parlamento que es la Asamblea Nacional, materializó el deseo de Castro —porque, ¿quién en ese órgano legislativo ha pronunciado un discurso propio?— de llevar brigadas artísticas a algunas de las prisiones del país. Así, pretenden deslizar cortinas de humo sobre las condiciones infrahumanas en que viven los más de 70.000 presos comunes y, especialmente, los casi 300 prisioneros políticos, que estarán a buen recaudo cuando las huestes castristas vayan a "cantar" a las prisiones.
La reacción de la oposición interna no se ha hecho esperar. Las denuncias a tan maniqueísta proyecto fueron encabezadas por la ex reclusa Martha Beatriz Roque, presidenta de la Asamblea para Promover la Sociedad Civil (APSC), y respaldadas por los también opositores Oswaldo Payá, Vladimiro Roca y Elizardo Sánchez.
A comienzos de julio, la declaración promovida por la APSC afirmaba que "los presos no necesitan cultura, sino mejores condiciones de vida" y reclamaba el "cese del hacinamiento, la mala alimentación, la falta de atención médica y de medicinas", así como la "libertad de los presos políticos".
En un artículo publicado por Granma, Silvio Rodríguez se mofa de que tanto él como los otros —léase Amaury Pérez, Vicente Feliú, Augusto Blanca, el cuarteto Sexto Sentido, Reynaldo González, Alexis Díaz Pimienta, Eusebio Leal y Ernesto Rancaño— se sentirán "un tilín mejores".
Objetivo, película
El proyecto tiene como precedente las negociaciones entre Fidel Castro, Silvio Rodríguez y Abelardo Furry Colomé Ibarra, a principios de los noventa, cuando aún la sangre de los Ochoa-La Guardia no se había secado y la polvareda del Muro de Berlín atomizaba la atmósfera de la Isla.
Difícil tarea para Silvio Rodríguez y sus émulos la de encontrar poesía en el mismísimo infierno que son las cárceles cubanas. En el programa se prevé la apertura de los conciertos con "una expresión artística de los custodios", y se concluirá "con una de los reclusos".
La pretensión final del show es filmar un documental que será dirigido por Lester Hamlet.
En un país donde se puede perder la libertad, nada más y nada menos que trece años, por sacrificar ganado mayor, o veinticinco por discrepar con la ideología imperante, es difícil hacer creer que "llevando cultura a las prisiones" se puede mejorar la situación de los reclusos. Hay que ser un verdadero necio para creerse la noticia.
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