Tania Díaz Castro
LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) El socialismo es la peor medicina que nos han dado a tomar en la vida del cubano. Mucho más en el invierno, porque gracias al castrismo vivimos sin calentadores eléctricos o de gas. Sólo un cubo con unos cuantos litros de agua caliente para el baño.
Pero además, el socialismo es también lo peor, si nos referimos a la ropa interior de las mujeres pasaditas de peso y con más de cincuenta años. En las tiendas recaudadoras de divisas es casi imposible comprar un blumer (panty). No los hay. Tampoco un calzado adecuado para personas de la tercera edad, principalmente del sexo débil.
Mi hijo, que vive en Miami, no concibe que yo no tenga blumers, como llamamos en Cuba a los panties. Se los he pedido varias veces, pero nada, se olvida. Y es razonable. ¿En qué cabeza cabe que las mujeres cubanas que ya no somos jóvenes, andemos a la bartola, sin blumers, como si hubiéramos perdido el pudor?
Afuera, en los países civilizados donde las economías de mercado se encargan de comercializar todo lo que el ser humano necesita para vivir, pensarían que exagero cuando digo que, pese al empeño del gobierno cubano en recaudar divisas, y pese a que los viejos somos gran parte de la sociedad -según las estadísticas del régimen, la población envejecida constituye el 16,4 por ciento- , los gerentes encargados de hacer las compras para abastecer el mercado de Fidel Castro, se olvidan de que tienen madre, de que sus compañeros de trabajo tienen madre, y de que los amiguitos de sus hijos, en las escuelas, también tienen madre y abuela.
Y no sólo las abuelas gorditas necesitan blumers. También muchas jóvenes, porque la mujer cubana es bien despachada de trasero, algo que llama mucho la atención al europeo.
Me dice una vecina, no me crean si quieren, que hace más de veinte años que no usa blumers, porque ni tela apropiada ha conseguido para hacerlos en casa.
-¿Y cómo te las arreglas para caminar? –le pregunto.
-Me he acostumbrado –me responde.
Entonces llego a casa, miro mis blumers viejitos enviados por mi hijo desde Miami hace más de dos años, y me digo que no estoy tan mal, que no tengo por qué quejarme. En definitiva, hasta el propio Fidel Castro señaló hace algunos días en sus periódicos que la escritora de radio Iris Dávila, quien murió a los 89 años por esos días, vivió 49 años de castrismo en La Habana sin haberse quejado nunca. Quizás Iris tampoco tenía blumers que ponerse, aunque lo dudo, siendo la madre de Carlos Lage.
Esperemos que para el 2025, cuando Cuba se haya convertido en un pueblo de veteranos, porque uno de cada cuatro cubanos sobrepasará los 60 años, según pronósticos oficiales, ya no haya socialismo y las cubanas tengan blumers.
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