1/08/2008

Pasos hacia el cambio

Ayer pasaron varias cosas. Un preso político intentó suicidarse en una celda de castigo en la prisión El Guayabo. Un hombre, residente en Miami, consideraba hacer lo mismo por no haberle llegado autorización de viajar a Cuba para ver a su madre en delicado estado de salud. Una mujer intentaba saber el destino de su nieto que había zarpado de manera ilegal rumbo a Estados Unidos para reunirse con su padre porque, pese a tener una visa, no obtenía un permiso de salida del gobierno que consideraba “traidor” a su papá. Me llegó una gruesa cuenta por llamadas telefónicas a Cuba. Un amigo me dijo que de los doscientos cuarenta y cinco dólares que le había enviado por navidades a su hijo sólo le dieron el equivalente a doscientos.

Todas estas situaciones me hacen pensar que mientras se aguarda que el gobierno cubano responda a la demanda de cambios estructurales, hay asuntos de índole humanitaria que es necesario y posible atender de inmediato.

Las conversaciones puntuales sobre temas humanitarios no son algo nuevo en nuestra historia reciente.

Una tuvo lugar en 1962 para la liberación de los presos de la Brigada 2506, y otra en 1978 –este año se cumplirán tres décadas de aquel proceso- que trajo la libertad a más de 3,600 presos políticos y la flexibilización para los viajes en ambas direcciones por motivo de visitas familiares. Lo segundo jugó un papel decisivo en la primera ola de reconciliaciones nacionales entre familiares y amigos cuyas relaciones se habían roto por razones ideológicas cuando partieron al extranjero.

Una serie de temas, ya puestos sobre la mesa, podrían constituir la agenda humanitaria mínima con la cual iniciar una conversación limitada, puntual y constructiva entre cubanos. Han sido planteados, alternativamente, tanto por organizaciones cubanas en el exterior como por la población que participó en las recientes asambleas sobre la situación nacional. Algunas organizaciones disidentes han tomado incluso la iniciativa de proponer diversas fórmulas para dar respuesta a algunos de estos problemas. Como mencionar todas las propuestas sería excesivo, me permito llamar la atención sobre cuatro posibles acciones de aquellas que han sido sugeridas. Creo que de conjunto podrían constituir una mínima agenda humanitaria a ser conversada.

Amnistía

Amnistiar a menos de trescientos sancionados a prolongadas penas de prisión, -semejantes a las aplicadas a los prisioneros de guerra de Bahía de Cochinos y el Escambray-, por haber desarrollado actividades de naturaleza política o de disidencia no violenta es una solicitud moderada y razonable. Muchas de esas personas llevan ya muchos años en duras condiciones carcelarias pese a su edad avanzada y frágil salud. Chávez acaba de decretar una amnistía para quienes participaron en el golpe contra su gobierno. Entonces, ¿por qué no en Cuba?

Una sociedad no se valora sólo por el número de aulas y hospitales de que dispone, sino también por el trato que dispensa a sus disidentes. Al liberar a estos prisioneros el gobierno cubano se liberaría a si mismo. Estos presos son un obstáculo en sus esfuerzos por comunicar una voluntad de cambio real a sus interlocutores nacionales e internacionales para así pasar la página y discutir el futuro.

Respeto al derecho de libre movimiento ciudadano

Una vía eficaz para luchar contra el contrabando humano y sus dolorosas secuelas es respetar el derecho ciudadano a salir y entrar a su patria. Esta medida, además de humanitaria, es ya imprescindible desde una perspectiva económica para detener la pérdida definitiva de capital humano de los que deciden marchar al exterior y se les impide el retorno bajo el concepto de “salida definitiva”. Los admiradores del progreso chino deberían tomar nota de que hace rato el partido comunista reconoció allí ese derecho ciudadano. Entonces, ¿por qué no en Cuba?

Reducción del costo de las comunicaciones familiares y envío de remesas

El servicio de larga distancia con la isla se encuentra entre los más caros del mundo. El correo electrónico es igualmente caro y de difícil acceso. Es más barato hablar con China o Australia (tres centavos el minuto) que con La Habana (desde sesenta centavos hasta un dólar el minuto según quien sea el que provea el servicio). En todo el planeta sólo los territorios de Nauru, Isla Cook y las Islas Christmas & Cocos tienen una tarifa superior. No hay motivo aceptable para encarecer arbitrariamente la comunicación entre los cubanos de afuera y de adentro de la Isla.

Imposiciones desmesuradas hacen del envío de remesas a Cuba el más caro de toda América Latina y Caribe. Revisar esos gravámenes es de elemental sentido humanitario para las familias cubanas que, al igual que sucede con todos los emigrantes, intentan apoyarse mutuamente. Ya en el 2005 el flujo de remesas enviados por emigrantes latinoamericanos rebasaba los 54,000 millones de dólares. Esa cifra supera el total combinado de la inversión extranjera y la cooperación al desarrollo recibida del exterior aquel año. Este monto incluso puede ser considerado de mayor envergadura si se incluyeran las transferencias directas en bienes como las computadoras y electrodomésticos. Economistas e instituciones financieras llevan ya varios años estudiando el impacto positivo de las remesas en los países de origen, por lo que gobiernos, bancos, y la sociedad civil buscan soluciones para facilitarlas y reducir los costos de su envío. Entonces, ¿por qué no en Cuba?

Facilitar el desarrollo de empresas familiares

Es necesario asegurar que las remesas, lejos de crear dependencia hacia quienes las envían o tensiones sociales en la población, sirvan para irrigar el bienestar colectivo. Para ello el gobierno debe autorizar la creación de empresas familiares y crear un ambiente fiscal y legal propicio para su fomento. Es una medida humanitaria que, a la vez, constituye una estrategia económica.

Por un lado, esos recursos crearían nuevas fuentes de trabajo, servicios y productos. Por otro, existen estrategias de cooperativas financieras que permiten dedicar parte de las ganancias obtenidas por el envío de remesas a ofrecer microcréditos a aquellos que no las reciben y que de ese modo pueden ser beneficiados por ellas.

Esta política atraería recursos externos adicionales en forma de fondos de cooperación al desarrollo que podrían hacerse disponibles de manera prioritaria a aquellos ciudadanos que no reciben remesas y deseen emprender una actividad productiva de interés social. Una inyección inmediata de financiamientos canadienses y europeos para el desarrollo de empresas familiares -sin que el país tenga luego que devolverlos ni pagar intereses- es el aporte al bienestar colectivo que traería una decisión, a la vez humanitaria y económica, en este campo. El fomento de las microempresas ha resultado exitoso en todas partes. Venezuela quiere también impulsarlas. Entonces, ¿por qué no en Cuba?

El 2008 podría dedicarse a abordar y dar solución a estos cuatro puntos humanitarios. El gobierno puede con ellos demostrar que está dispuesto a situar las necesidades de las familias cubanas -incluidas las de los presos políticos- por encima de sus rencores.

Nuestros problemas no podrán ser resueltos a cabalidad con estas medidas, aunque dar solución a estos asuntos podría abrir luego la posibilidad de abordar otros de mayor calado.

La posición de Estados Unidos

¿Cómo lograr el cambio en la postura de Estados Unidos sobre viajes y remesas? Al igual que es necesario hacer con el gobierno cubano, se impone que los cubanos motivados por gestar estos asuntos realizaran también las correspondientes gestiones con el de Washington. Pero es preciso que La Habana evidencie su voluntad de cambio iniciando un proceso de conversaciones sobre estas cuestiones humanitarias. Así se haría mas fácil que Washington demostrase la suya cancelando las medidas ejecutivas del 2004 que no requieren ser revertidas por el Congreso. Sería un buen comienzo de ambas partes.

Si Cuba y EEU dieran pasos en estos temas se facilitaría el acceso a otros recursos. Empresarios cubano americanos ya han gestionado millones de dólares para conceder micro créditos tan pronto los gobiernos de ambos países remuevan las trabas que hoy lo impiden.

Pero es difícil convencer a un sector en Washington de que reconsidere su posición mientras el estado cubano se apropie de casi la cuarta parte del valor de cada remesa para sus propios fines. Enviar una remesa a Cuba cuesta más del doble (24 dólares por cada cien) que a México o Filipinas (once dólares por cada cien) para luego ser sometida a un cambio local, arbitrario y desfavorable, al ser recibida por los familiares.

El reclamo del electorado en EEUU es hoy el mismo que gritan los cubanos: cambio. Estas ideas no suponen todavía un diálogo para “El Cambio” (con mayúscula), pero como dicen los chinos, el camino más largo se inicia con el primer paso.


Juan Antonio Blanco

Juan Antonio Blanco Gil. (Cuba) Doctor en Historia de las Relaciones Internacionales, profesor universitario de Filosofía, diplomático y ensayista. Reside en Canadá.
Contacto: jablanco@rogers.com

Cambio de Epoca

2 comentarios:

Unknown dijo...

Interesante y juiciosa propuesta que debe ser analizada con mas detenimiento por todos.

Unknown dijo...

Permiteme ampliar la idea.
Por supuesto que no abarca todos los temas ni creo que haya sido su intencion hacerlo, pero el hecho mismo de avanzar propuestas es una forma de salir del empatanamiento del problema cubano. Queda a todos nosotros la reflexion y los aportes que se le pudieran hacer por todos a fin de hacerla mas factible y viable. Es ante todo una invitacion a la reflexion colectiva que tanta falta nos hace, bajo la optica de que uno de acepciones de la politica es que es el arte de lo posible.

Links







Abrir en una nueva ventana

.

.

FIRMA