Laritza Diversent
LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - La tranquilidad que pudiera sentirse en el panorama político cubano no es sinónimo de calma. La ocurrencia de ciertos hechos que han pasado inadvertidos para muchos, evidencian los miedos y la inseguridad de los gobernantes. Indignación y risa ha causado la añeja imagen de Fidel Castro que acompaña su ficha biográfica expuesta en los medios de difusión masiva para la nominación de su candidatura como diputado nacional. Una foto de hace 20 ó 25 años, tal vez más. Aún estaba rollizo y saludable. Su apariencia actual está llena de decrepitud.
El recorrido de Raúl Castro por Santiago de Cuba el pasado 24 de diciembre demuestra la falta de seguridad de los principales líderes de la revolución socialista.
Este territorio fue escogido estratégicamente por sus características geográficas. Sus sistemas montañosos determinan que muchos de sus municipios tengan poca densidad poblacional, lo que permite a los candidatos propuestos que se sometan a un reducidísimo cuerpo electoral. Así aseguran con ventajas su presencia en la Asamblea Nacional.
Esta es la razón por la que los principales jerarcas del gobierno cubano se nominan por provincias con estas características.
En el caso de Santiago de Cuba, se nominan, además de los hermanos Castro, Juan Almeida Bosque, Ulises Rosales del Toro, José Ramón Balaguer Cabrera, Abelardo Colomé Ibarra y Fernando Vecino Alegret, entre otros.
A la estrategia política se suma también un estudio demográfico de cada región del país, en el que se tiene en cuenta el nivel educacional promedio y las actitudes políticas de la población, para asegurar la permanencia y continuidad de la oligarquía burocrática castrista en los más altos cargos del gobierno.
En los escuetos discursos pronunciados por Raúl Castro en las diferentes localidades santiagueras, prácticamente exhortó a la población a que votara por Fidel. No cabe duda que hizo campaña electoral en nombre propio y en representación de su hermano.
El hecho de que haya tratado de convencer a los santiagueros e indirectamente al pueblo de Cuba de la integridad mental de Fidel Castro, evidencia que los cubanos dudamos. Que son insuficientes los pocos y no verificables detalles acerca de su salud.
Aún no hemos podido precisar cual es el objetivo concreto de proponer nuevamente al deteriorado Quijote de Oriente como diputado nacional. Es bastante conocido que su incapacidad por enfermedad lo invalida para realizar sus funciones como diputado.
Los artículos 21 y 25 del reglamento de la Asamblea Nacional regulan este particular cuando ya el diputado ha sido electo. En el caso de Fidel Castro, su incapacidad para ejercer es anterior a su proposición y nominación, lo que evidencia la falta de respeto por las leyes vigentes.
Utilizan su figura como telón que cubra el escenario político cubano, o simplemente quieren cumplir la soñada última voluntad del Comandante: morir en el poder. Me inclino por esto último.
La imagen de hace 20 años que acompaña su biografía pretende dejar grabado en el recuerdo del pueblo cubano el vigor y la robustez de la gloria pasada.
De una cosa sí estamos seguros: la presencia de Fidel Castro en la vida política del país es un simple comodín.
En un ambiente donde hubiese un mínimo de confrontación política, la actuación de Raúl Castro hubiese sido insensata. Debe tenerse en cuenta las leyes vigentes y la proximidad de las elecciones.
La Ley Electoral, en su artículo 171, denominado “De la Ética Electoral”, especifica que los candidatos en conjunto participan en actos, conferencias y visitas a centros de trabajo. En este caso, Raúl Castro hizo su recorrido solo y aprovechando su prominencia política, lo que le da ventaja sobre los otros candidatos.
El voto unido o en bloque hace irrelevante este particular para los otros nominados. Por medio de él, todos los propuestos tienen asegurado un puesto en la Asamblea Nacional.
La incitación de que seremos víctimas los cubanos en los días venideros, anula nuestra facultad de elección y confrontación política que nos permitiría determinar cuáles de ellos son, en realidad, los más capaces para representar nuestros intereses.
Raúl Castro aprovechó la ocasión para hacer promesas al pueblo santiaguero. En casi 50 años de socialismo, jamás la revolución se preocupó por las redes hidráulicas. Por el contrario, dejó que el tiempo las deteriorara o destruyera. Dudo que en un futuro relativamente cercano, el año 2009, la provincia de Santiago de Cuba, con sus particularidades geográficas, tenga agua las 24 horas del día.
El hecho de que las leyes prohíban las campañas de propaganda electoral, no significa que nuestro proceso se vea libre de ellas. Mucho menos que no haya oportunismo, demagogia y politiquería barata.
Evidencia, además, que son las principales figuras del gobierno las que violentan las leyes y que nadie se atreve a contrariar sus actos irrespetuosos del orden legal y político.
Prueba que ninguno de los dos hermanos Castro es diferente. Aquellos que piensan que bajo el actual mandato las cosas cambiarán a nuestro favor, empeñaron en vano sus esperanzas.
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