Juan González Febles
LEAD: Permanecer en un asiento del Consejo de Derechos Humanos de la
ONU, conlleva costos. El gobierno de la familia Castro se dispone a pagar
su permanencia y por ende firmará protocolos impensables en otras
circunstancias.
LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) - El gobierno cubano y su figura
con mayor valor simbólico, me refiero a Fidel Castro, no dejan de
sorprenderme. En el mejor estilo enmarcado, Mesa Redonda resucitó una de
sus emisiones del año 2001. En la reposición se dio a conocer una más
reciente carta del Comandante. La víctima propiciatoria: Canadá y su ex
primer ministro Jean Chretien.
Una primera pregunta de rigor sería: ¿Por qué ahora? Después cabría
preguntarse: ¿Por qué Canadá?
Analicemos con calma la circunstancia política del momento. Permanecer
en un asiento del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, conlleva
costos. El gobierno de la familia Castro se dispone a pagar su permanencia y
por ende firmará protocolos impensables en otras circunstancias. Esto
presupone altos costos políticos para el régimen y su aparataje
represivo.
Las cosas con Canadá andan mal. A diferencia de Brasil, en Canadá la
policía y las autoridades se muestran reacias a seguirle el juego a la
dictadura cubana en eso de perseguir y entregar desertores.
La última de las deserciones en Canadá, ha sido especialmente sensible
para el régimen. Carlos Otero, quizás el más popular y el más
profesional de los presentadores y animadores de la televisión oficial cubana,
desertó desde Canadá y se escabulló hacia los Estados Unidos.
Aunque la dictadura ha repetido hasta el hartazgo que Radio Martí no se
oye. Todo el mundo en Cuba conoció del hecho a través de sus ondas.
Radio Martí se oye, puede que demasiado.
El hecho se produce en las vísperas del acto de repudio organizado por
el gobierno contra un grupo de activistas pro democracia que trataron
de celebrar el aniversario de la promulgación de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, por parte de las Naciones Unidas, en el
Parque Villalón del Vedado, ubicado en una zona céntrica de La Habana,
frente a una sede de la ONU y al costado del teatro Amadeo Roldán.
Fidel Castro recurrió a un viejo y gastado material para atacar al
gobierno canadiense. De paso, rasgó sus vestiduras y apeló a la ayuda que
con fines de propaganda política presta en el exterior. Por supuesto,
siempre a partir del trabajo esclavo de los cubanos.
Está claro que la diplomacia con rostro de matón del régimen cubano ha
funcionado. Da lo mismo México, Brasil o España. Esperemos en esta
oportunidad que el gobierno de Canadá resista y mantenga la postura digna
que ha mantenido. Al menos con los fugitivos del régimen en su
territorio. Esto a pesar de ser uno de los más fuertes socios comerciales del
gobierno cubano.
Es bueno que las autoridades y el pueblo de Canadá recuerden que a
pesar de lo que afirman voces lejanas que se escuchan poco en La Habana, el
gobierno democrático de Cuba libre, en su momento pasará la cuenta a
los que han colaborado en la explotación de los trabajadores cubanos.
Desde viejos manuscritos que pueden salir de una botella vacía de ron
barato o de una olvidada emisión de Mesa Redonda, el régimen maquilla su
rostro para los medios o lo descompone en una amenazante mueca. A
pesar de todo, el final se acerca.
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