12/15/2007

Borchmeyer retrata agonía de Cuba a través de ruinas habitadas de La Habana


Con su cinta 'Habana-Arte nuevo de hacer ruinas', el alemán Florian Borchmeyer ofrece un crítico y profundo retrato de una ciudad en ruinas, metáfora de un sistema político agonizante, que ha despertado el interés del público germano y el destierro voluntario del director de Cuba, su segunda patria.

Esta película, que ya han visto 15.000 espectadores en Alemania y que acaba de salir a la venta en DVD, es 'el resultado de diez años de autocensura', explica a Efe este periodista y cineasta de 33 años, que durante una década vivió a caballo entre Berlín y La Habana, trabajando como reportero para medios germanos en la isla.

El documental de Borchmeyer iba a ser exhibido en la Muestra de Cine alemán del Festival de Nuevo Cine Latinoamericano que se celebró en Cuba en diciembre del pasado año, pero fue retirado de la programación por supuestas presiones de las autoridades de la isla, acusación de censura que éstas rechazaron con el argumento de que la cinta no pasó el listón mínimo de calidad.

Lo que diferencia las ruinas de La Habana de las de Atenas o Roma es que éstas 'están habitadas', como explica uno de sus seis protagonistas, seis cubanos que habitan en ellas y reflejan 'una parte más marginal de la sociedad', pero que, por encima de todo, 'son patriotas', según Borchmeyer.


Es el caso de Reinaldo, que no puede imaginarse otro techo que el que le ofrecen las ruinas del Teatro Campoamor, donde ocupa uno de los camerinos. O Totico, que vive en un viejo complejo de viviendas de alquiler, a punto de derrumbarse, y que se refugia de la vorágine del edificio en la azotea, donde se entrega a sus palomas.

O el poeta, ensayista y narrador Antonio José Ponte (Matanzas, 1964), protagonista intelectual de este documental, que fue rechazado del apartado de cine alemán del Festival de Cine de La Habana por aparecer en la 'lista de tóxicos' o 'lista de obras prohibidas' del Instituto Cubano de Artes e Industrias Cinematográficas (ICAIC).

Y, por este motivo, no se podía exhibir públicamente en Cuba, le argumentó la embajada alemana.

En los 87 minutos que dura la cinta, Ponte pronuncia una frase profética -'Fidel Castro es la gran ruina del país y todos esperamos a que él se desplome'- y que, según su director, condena la película a la clandestinidad en Cuba, al tiempo que despierta tanto mayor interés fuera, sobre todo entre la diáspora de Miami (EEUU), 'por el análisis' que hacen él y los otros protagonistas de la situación.

'Es un retrato poético y melancólico que describe las duras condiciones de vida en la metrópoli socialista, sin ambages, y que también deja entrever el optimismo irreductible de los cubanos', con una particularidad y es que el rodaje coincidió con la enfermedad del líder cubano, Fidel Castro, y el traspaso de poderes a su hermano.

'Las proféticas palabras que se pronuncian en la película (las de Ponte, escritor instalado desde el pasado mes de julio en Madrid gracias a una beca literaria) adquieren después mucho peso', prosigue Borchmeyer.

Esta cita y el hecho de que burlaran a las autoridades cubanas rodando otra película que la que aseguraron que harían han contribuido a desterrar el documental de la sección de cine germano del Festival de La Habana, 'que yo tanto quiero', añade nostálgico.

Porque reconoce que la experiencia en Cuba, adonde decidió viajar tras finalizar sus estudios de Filología y Filosofía, le cambió la vida y que ahora vive 'la experiencia del destierro', aunque sea voluntario, ya que ha optado por no ir a la isla ni contactar con sus protagonistas 'hasta que se calmen las cosas'.

En un perfecto español explica cómo tardó cuatro años en recabar todos los permisos y autorizaciones que necesitaba para rodar y cómo su experiencia como periodista y el hecho de 'conocer como funciona la censura en Cuba' le sirvieron para 'filmar, siguiendo las reglas del país, acreditado como periodista'.


Califica su estrategia de digna de una 'película de agentes', porque iba dejando guiones donde sabía que los encontrarían los servicios de inteligencia, que 'demostraron su falta de inteligencia'.

Argumenta que quería rodar las ruinas de La Habana para contrastarlas con la posterior reconstrucción y hacer 'un documental más sobre este tema' y añade: 'combatimos los mecanismos de censura de un país autoritario con los mismos mecanismos'.

No obstante, este documental, que ha llevado adelante con su socio Matthias Hentschler y que distribuye Arthouse, le obliga a vivir ahora 'momentos de fuerte nostalgia' de un país que tiene 'un futuro' y en el que dice querer estar presente, como cronista.

Terra Actualidad - EFE

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