12/06/2007

Bajarse del carro de la revolución


Tania Díaz Castro

LA HABANA, Cuba, diciembre (ww.cubanet.org) - En la prensa oficialista
cubana puede verse cómo en ocasiones se ha destacado la renuncia de
algún funcionario del gobierno de George W. Bush, algo que sucede de
manera normal en las democracias. Pero, ¿puede ocurrir esto en regímenes
comunistas, donde renunciar equivale a alta traición, con sus graves
consecuencias de cárcel o marginación indefinida?

En días pasados el presidente venezolano dijo que nadie podrá detener
el carro de su Revolución. Así le han llamado los viejos y los nuevos
comunistas a un gobierno totalitario. Por tanto, es imposible bajarse del
carro.

Pero no vayan a imaginarse que lo comparan con un carro cualquiera, no.
Por ejemplo, un carruaje con barandillas sobre dos ruedas, un
artefacto ligero para pequeños traslados, un simple carrito, una carreta de
bueyes o un automóvil moderno.

Tal vez pretendan compararlo con un vehículo automotor blindado
provisto de cadenas, sobre todo de cadenas, además de cañones, ametralladoras,
etc.

Sin embargo, el carro de la Revolución es otra cosa. Un carro que no se
parece para nada a los convencionales. Es, así lo demuestra la
historia, un carro sin puertas ni ventanillas, herméticamente cerrado de donde
nadie, ni siquiera los conejos de un mago, pueden escaparse.

Aquellos que deciden bajarse del carro después de una corta o larga
travesía, son llamados traidores y enviados de cabeza a la prisión.
Recordemos al Comandante Hubert Matos, condenado a veinte años de cárcel por
bajarse del carro, a Guillermo Rivas Porta y a muchísimos otros,
acusados de agentes de la CIA, sorprendidos cuando intentaban bajarse del
carro castrista.

Para aquellos que se bajan de a Pepe, aunque no existan puertas ni
ventanas en el carro, existen las mismas palabras de siempre. Según el
mandatario venezolano se trata de turbas envenenadas por un libreto
norteamericano. Poco falta para que también los llame gusanos, escoria,
apátridas, mercenarios, lumpens, como se ha hecho en Cuba.


Por experiencia propia sé cómo se vive dentro de ese carro. Sin
libertad alguna. Cada día me pregunto cómo fue posible haber vivido varios
años dentro de él sin morir por asfixia.

El carro de cualquier revolución, por muy humanitaria que quiera
parecer, cuenta con tantas víctimas como las ocurridas en una guerra de
amplias proporciones. El carro del régimen comunista soviético ocasionó
millones víctimas sólo porque poseían ideas propias. El castrista también
posee cifras escalofriantes de víctimas, no sólo las que cayeron ante
los pelotones de fusilamientos, sino también en decenas de guerras
ajenas y escapando hacia el Estrecho de La Florida.

En fin, que el carro de la Revolución no es otra cosa que un artefacto
destartalado, ruinoso, sin mantenimiento y empujado por ingenuos y
pícaros. Algo así como la estampa de la herejía que aspira a ser país.

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