Rafael Ferro Salas, Abdala Press
PINAR DEL RÍO, octubre (www.cubanet.org) - Dos jóvenes caminaban por la carretera. De vez en cuando se turnaban para hacerles señales a los vehículos que pasaban. -Vamos a sentarnos un rato debajo de aquellos árboles y después seguimos.
Podemos probar, a lo mejor tenemos suerte.-No, estamos muy cerca de la ciudad todavía. Vamos a intentarlo en el sitio que habíamos acordado. Es menos arriesgado.Por encima de las copas de los árboles resplandecía el sol del mediodía. Corría una brisa ligera que debajo de la arboleda era más perceptible. Desde allí también veían la carretera por la que caminaban minutos antes.
Media hora después reanudaron la caminata. Llegaron a un sitio que a orillas de la carretera tenía un camino estrecho de tierra por el que se entraba al monte. El muchacho del paquete debajo del brazo habló.-Es por aquí. Ya llegamos. El compañero sonrió con optimismo.-Yo pensé que no llegaríamos nunca.
Ha sido una larga caminata. Ojalá hubiera un lugar donde tomar agua.-No pienses en eso ahora. Ya puedes sacarlo del paquete. Parece que por aquí no hay policías.-Será mejor sacarlo allá, no podemos confiarnos. Los policías aparecen por todas partes cuando uno menos lo espera. Los jóvenes se internaron por el sendero de tierra.
Después de atravesar el monte que habían visto desde la carretera, llegaron a la vía del ferrocarril.-Ahora tenemos que caminar por la vía del tren.-¿En qué dirección lo hacemos? -A la derecha.Llegaron a un monte más tupido que el que habían dejado atrás. Se detuvieron bajo los árboles. Entonces abrieron el paquete.-Primero sácale la antena, será mejor para sintonizar.-Si, con la antena es mejor.
Al rato escucharon la melodía de identificación de una emisora extranjera. Después se escuchó la voz de un locutor anunciando la emisión de un noticiero. La emisora radial enviaba la señal desde el sur de Florida. Por primera vez los jóvenes la oían. Días antes un señor les había regalado el receptor de radio.-Caramba, que bien se oye desde este lugar. Es una lástima que sea un sitio tan lejos de donde vivimos.
Alzó el volumen del radio. Después se sentaron en la tierra a escuchar. Ya había comenzado el noticiero anunciado.Por la tarde regresaron a la ciudad. Entrando al reparto donde vivían, uno de los jóvenes dijo:-¿Mañana volveremos?-Haremos otra cosa. Intentaremos escuchar la emisora en la casa. No vale la pena seguir con tanto miedo. Tampoco vale la pena caminar tanto.-De acuerdo. Nos vemos mañana en tu casa.
A la corta y a la larga se trata de perder el miedo. Uno se da cuenta de la imposibilidad casi absoluta de ponerle barrotes a la palabra.
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