10/18/2007
Las sorpresas del río Quibú
Tania Díaz Castro
LA HABANA, octubre (www.cubanet.org) - Mientras el Ministerio de
Relaciones Exteriores de Cuba anuncia en su sitio Web que más de 42,000
profesionales de la salud han sido enviados por el régimen a más de un
centenar de países, el río Quibú nos ofrece su peor imagen.
Este río habanero desemboca al sur de la capital cubana y muere en el
Golfo de México. Atraviesa con cientos de miles de sorpresas numerosos
barrios marginales del municipio de Marianao como La Lisa, Los Pocitos,
Coco Solo, Versalles y muchos otros.
No hay habanero que en los días de lluvia no se detenga a contemplar la
carga contaminante que arrastra con fuerza el río Quibú a lo largo de
varios kilómetros y sin que nada se lo impida: desechos malolientes que
afectan la atmósfera de la ciudad.
Como proliferan los vertederos de desechos a la vuelta de cualquier
esquina de La Habana, fosas y alcantarillas tupidas, gracias a la
desatención de los organismos estatales que están obligados a cuidar la imagen
de la provincia, el río Quibú se nutre a diario de esos desechos y los
arrastra hacia el mar, situación que afecta gravemente la higiene
comunal.
Porque el río Quibú no entiende de política. Veloz e indomable avanza
con sus inmundicias a lo largo del aristocrático barrio Cubanacán, donde
residen algunos políticos importantes y embajadores de países
desarrollados, no muy lejos de la residencia del Comandante en Jefe. El río
pasa a pocos metros del Palacio de las Convenciones, edificio donde de
forma permanente se celebran reuniones masivas de nacionales y sobre todo
de extranjeros, con sus consabidas meriendas, cenas, transporte y
hospedaje, todo a un costo desconocido por el pueblo, con vistas a propagar
las ideas comunistas y las bondades del régimen cubano.
El río Quibú termina su misión en el barrio residencial Náutico, y
lanza todas sus sorpresas hacia el mar, por donde navegan los elegantes
yates de la Marina Hemingway, tripulados por turistas extranjeros y
miembros de la nomenclatura.
La muchachada de los barrios marginales y algunos jubilados vigilan
todo lo que arrastra el río Quibú y entre animales muertos y alimentos
putrefactos, pescan objetos útiles como botellas y latas de refresco, que
luego venden como materia prima.
Ni siquiera se puede y comer con tanto mal olor, según expresan
algunas personas que viven en casas deterioradas por el tiempo, en las
orillas del río Quibú. “A veces no se puede ni respirar”, dicen.
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