Despierta, cantor
Silvio, qué te pasó.
Tú, poeta del alba, soldado valiente.
Qué te pasó.
Trovador de la sierra, cantor de la mar.
Gaviota del cielo.
Qué te pasó.
Vendiste tu alma, al Diablo aquel.
Para sentarte a su mesa, bridar con él.
Ojalá que la lluvia no te moje la ropa cuando caiga
para que no la puedas convertir en metralla.
Yo un poco te entiendo, hermano.
Porque todos caímos en su encanto,
y nos sedujo a un sueño profundo.
Pero caramba, si todos despertamos
por qué, Silvio, por qué sigues ahí
con el viejo gobierno de difuntos y flores. .
Ojalá se te acabe la tinta de sangre,
el llamado a la guerra, canciones de plomo.
Ojalá pase algo,
que un disparo de nieve te saque ese odio.
Yo te conozco, hermano.
Qué te faltó.
Te he mirado a la cara. Te siento inconforme.
He cantado tus canciones, y la siento desangradas.
Tienes odio, tienes rabia. ¿Contra quién?
Ojalá que tu abraces, al pueblo querido, que te quiere y admira
Esa gente no sabe que el vino que bebes llega en barco de guerra.
Despierta hermano, el mundo cambió.
Escucha a tu hijo, que tiene razón.
Sube a en tu unicornio, y vuela en penumbras.
Verás que el rabo de nube hace tiempo se fue.
Ojalá por lo menos que me lleve la muerte,
mi querido Silvio, hermano,
si con eso pudiera hacer que despiertes
Héctor Manuel Ramírez Rodríguez.
Santiago de Chile. Junio del 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario